Sin embargo, y lamentablemente, el Reglamento del Parlamento Europeo para la ‘agricultura ecológica’ (2018/88) excluye cualquier forma de ingeniería genética en su artículo 11. Esta medida reduce el potencial de mejora que puedan proporcionar los organismos transgénicos, desde el punto de vista productivo. Además, se ha reducido sensiblemente la lista de insecticidas y herbicidas permitidos, y en su mayor parte, son menos eficaces que los convencionales, lo que hace a los cultivos más susceptibles ante la entrada de hierbas silvestres indeseadas y el ataque de herbívoros y patógenos.

Todas estas restricciones hacen que la ‘agricultura ecológica’ tenga un menor aprovechamiento del espacio, y, por tanto, necesite una mayor extensión para producir la misma cantidad de alimento. En un mundo en el que, en algunas regiones, aún se está deforestando para establecer nuevos campos de cultivo, y donde la deforestación representa uno de los principales riesgos que alimentan el cambio global antropogénico, esta desventaja es un grave inconveniente que reduce considerablemente la sostenibilidad del modelo.

Emisiones y energía

Por otro lado, un aspecto relevante también es la energía que se requiere para producir una determinada cantidad de producto. Mientras sigamos dependiendo de fuentes de energía basadas en la combustión, emisoras de gases de efecto invernadero —como el carbón, el petróleo o el gas—, habrá que tener en cuenta este factor. Íntimamente unido a él se encuentra la emisión generada por la actividad agrícola, así como otros contaminantes. Las comparaciones se realizarán por unidad de alimento producida, y no por unidad de terreno empleada, por los motivos ya expresados.

En general, la producción ‘ecológica’ sí que ha mostrado una reducción en el uso de energía de entre el 15 y el 20 % respecto a la producción convencional, en igualdad de condiciones. Cuando se analizan pormenorizadamente los distintos productos, encontramos que la mayor reducción en el uso de energía sucede con el cereal, la legumbre y la producción de aceites. Sin embargo, se observa la tendencia contraria cuando analizamos la producción hortícola.

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Respecto a las emisiones de gases de efecto invernadero, no se aprecian diferencias significativas en la mayor parte de los cultivos, solo se registra una reducción a favor de la ‘agricultura ecológica’ en los cultivos de frutales. Sin embargo, en cuanto a las emisiones de óxidos de nitrógeno, se observa un aumento de cerca del 8 %.

Tal vez lo más relevante, en la producción de alimentos, respecto a las emisiones de gases de efecto invernadero, está en el transporte. El más sostenible de los kiwis, plantado en Nueva Zelanda y transportado a Europa, lleva asociadas unas emisiones muchísimo mayores que el menos sostenible de los kiwis producido a 50 km del lugar donde se consume. Es decir, que en términos de emisiones, lo más sostenible es el consumo de productos locales, y tiene mucho más peso que el modo de producción en sí.

En cuanto a otras formas de contaminación, la ‘agricultura ecológica’ tiene un mayor potencial de eutrofización —hasta un 36 % mayor en fosfatos, y un 13 % en dióxido de azufre— y una emisión de amonio un 11 % superior a la agricultura convencional. Aunque globalmente, los nitratos parecen descender, en Europa se observa un aumento preocupante del 49 %.

La biodiversidad

La relación entre agricultura ecológica y biodiversidad es un aspecto muy poco estudiado, por lo que las conclusiones no se deben tomar como definitivas. No debemos olvidar que el conocimiento científico es siempre provisional, puede que mañana se descubra algo nuevo que hoy se ignora.

En general, se asume que la ‘agricultura ecológica’ tiene un impacto negativo menor sobre la biodiversidad que la agricultura convencional aplicada en igualdad de condiciones. En muchos casos, se debe al menor uso y efectividad de herbicidas e insecticidas —aunque no siempre, muchos sí están autorizados y se emplean en producción ‘ecológica’— o a una menor perturbación del medio natural.

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Sin embargo, estos beneficios solo se conocen cuando se compara por unidad de terreno analizado. La pérdida de biodiversidad causada por un uso mayor del terreno aún no ha sido evaluada, y no se podría asegurar que se produjera una compensación.

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