Recuerdos del futuro

Al final, lo que era una pura especulación se acabó convirtiendo en verdad. En 1968 un hotelero suizo llamado Eric von Däniken publicó un libro que se convertiría en best-seller: Recuerdos del futuro. En él defendía que seres extraterrestres han sido responsables del origen y desarrollo de distintas civilizaciones y hasta de la aparición de la especie humana. De este modo, desde principios de los años 70, cuando los ovnis invadían nuestros cielos día sí y día también, se popularizó la idea de que las pirámides de Egipto, las líneas de Nazca, los moais de la isla de Pascua y otros enclaves arqueológicos eran la prueba de que los extraterrestres nos habían visitado en épocas pasadas: los dioses de las religiones de la antigüedad eran, en realidad, extraterrestres llegados a nuestro planeta. A esta estupidez pseudocientífica se la llama hipótesis de los antiguos astronautas, aunque sería mejor rebautizarla como creacionismo alienígena.

Podemos encontrar ‘huellas’ de la visita de extraterrestres si leemos en clave actual los textos antiguos. Así, los carros voladores hindúes, los vimanas, no son otra cosa que naves espaciales. Más aún, gracias a una peculiar interpretación de la historia Zecharia Sitchin atribuye la creación de la cultura sumeria a unos extraterrestres, mencionados en sus textos como Anunnaki, que vinieron de un duodécimo planeta del Sistema Solar, Nibiru. Según Sitchin, estos Annunaki llegaron a la Tierra hace 400000 años para hacer minería, especialmente de oro, y para ello crearon una raza de trabajadores-esclavos, los seres humanos. Sitchin afirma que los Anunnaki estuvieron inmiscuyéndose en la vida de nuestros antepasados hasta que su cultura pereció debido a una serie de catástrofes causadas por el final de la última glaciación, hace unos 12 000 años. Al ver que los humanos habían sobrevivido y que todo lo que habían construido estaba destruido, los Anunnaki abandonaron la Tierra no sin antes entregarnos -o al menos a los seres humanos del Creciente Fértil- los medios para gobernarse a sí mismos.

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¿Queremos más pruebas? Algunas pinturas rupestres, como las de Tassili, en Argelia, son retratos de astronautas con escafandras, o la losa sepulcral maya de Palenque, en México, un astronauta pilotando una nave espacial ¡con los motores en ignición! Por otro lado, lugares como Puma Punku y Tiahuanaco en Bolivia, la fortaleza de Sacsayhuamán en Perú o las propias pirámides de Egipto son la “prueba” de que fueron construidas con ayuda de extraterrestres. ¿Por qué? Porque están más allá de las posibilidades tecnológicas de esas primitivas civilizaciones: “En Puma Punku -escribe Däniken-, al igual que en la montaña arriba de Sacsayhuamán, fue empleada una técnica que no puede ser atribuida a los antepasados de los indios”. O dicho en román paladino: los antiguos eran tontos e incapaces de ningún logro tecnológico.

Además hay ciertas representaciones que se parecen a objetos de nuestra tecnología actual: el llamado pájaro de Saqqara en Egipto, o los artefactos Quimbaya de Colombia, ¿no son aviones? ¿Y qué decir de ciertos relieves de Dendera (Egipto), que para el español Javier Sierra son bombillas de incandescencia? Solo así se explica cómo los antiguos egipcios pudieron iluminar los corredores de sus templos sin antorchas, pues no se han encontrado restos de hollín en los techos.

Lo más llamativo de todo este desvarío es que esas similitudes que proclaman los pseudoarqueólogos lo son con las tecnologías existentes en el momento en que escribieron sus libros: de ahí que vean bombillas de incandescencia y no de bajo consumo, o trajes de astronautas similares al de Neil Armstrong pero no al de Pedro Duque. ¿Y qué decir de las supuestas ‘pistas de aterrizaje’ de Nazca? Al parecer las naves espaciales alienígenas, capaces de viajar cientos de años-luz por el frío espacio, necesitaban de un aeropuerto como si fueran un Jumbo. Finalmente, los arqueólogos alternativos comenten un error de principio cuando interpretan el arte rupestre como el de Tassili: suponen que es realista. Y ciertamente lo era, pero no siempre. De hecho, los pintores paelolíticos eran muy imaginativos y mostraban una clara tendencia a la esquematización y al simbolismo hasta hacer las figuras irreconocibles.

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Referencias:

Bullard, T. E. (1996) «Ancient Astronauts», The Encyclopedia of the Paranormal editado por Gordon Stein, Prometheus Books, pp. 25-32.

Colavito, J. (2005) The Cult of Alien Gods, Prometheus.

Fagan, G. G. (2006) Archaeological Fantasies: How Pseudoarchaeology Misrepresents the Past and Misleads the Public, Routledge

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