Las serpientes suelen tragar las presas enteras, sin masticarlas antes. Que puedan abrir la boca más o menos determinará lo que pueden o no comer. A diferencia de las mandíbulas inferiores de los seres humanos y otros mamíferos, los huesos de la mandíbula inferior de las serpientes no están fusionados, sino que están conectados de forma flexible con un ligamento elástico, lo que permite que sus bocas se abran más. Así, aunque poseer mandíbulas extensibles es común en las serpientes, tener una piel superelástica como sucede en las pitones birmanas, no lo es tanto.

«La piel elástica entre las mandíbulas inferiores izquierda y derecha es radicalmente diferente en las pitones. Algo más del 40 por ciento de la superficie total de su boca es de piel elástica», dice Bruce Jayne, coautor del estudio y biólogo evolutivo de la Universidad de Cincinnati. «Incluso después de corregir sus grandes cabezas, su abertura es enorme».

Los científicos recurrieron a otro reptil, la serpiente arbórea parda (Boiga irregularis), para comparar la boca del animal con el tamaño de su cuerpo. Este tipo de serpiente es más pequeña, ligeramente venenosa y se alimenta de pájaros y otras presas pequeñas en las copas de los árboles.

Midieron a las serpientes y también a sus presas potenciales. De esta manera, estimaron cuáles serían las presas más grandes que podrían ingerir. También se estimaron los beneficios que podrían obtener de comer diferentes opciones de presas, desde ratas y conejos hasta caimanes y ciervos de cola blanca.

Lo que se vio fue que las serpientes más pequeñas salían mejor paradas cuanto más grande fuera su boca, pues eso les permitía comer presas de mayor tamaño. Consecuentemente, las crías de pitón tienen ventaja sobre otras serpientes de tamaño similar, pues pueden alimentarse de un catálogo más amplio de presas. Un tamaño corporal mayor, además de proporcionar un menú más variado, permite que las serpientes se mantengan fuera del alcance de otros depredadores.

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«Una vez que esas pitones alcanzan un tamaño razonable, son prácticamente sólo los caimanes los que pueden comerlas», dice Jayne. «Y las pitones se comen a los caimanes”.

Jayne habla de caimanes porque la pitón birmana es nativa del sudeste asiático (allí se encuentra en estado vulnerable) una especie introducida en Florida que está acabando con las especies de la zona y dañando el ecosistema porque se come prácticamente todo lo que ve. «El ecosistema de los Everglades está cambiando en tiempo real en función de una especie, la pitón birmana», afirma Ian Bartoszek, científico medioambiental de Conservancy of Southwest Florida.

En investigaciones previas se ha demostrado que las serpientes constrictoras, como las pitones birmanas, no matan a sus presas asfixiándolas sino cortando el flujo sanguíneo.

Esta investigación trata de entender una curiosidad biológica concreta, pero podría ayudar a los científicos a anticipar las consecuencias que tienen para los ecosistemas de los humedales introducir pitones birmanas.

«No va a ayudar a controlarlas», dice Jayne. «Pero puede ayudarnos a entender el impacto de las especies invasoras. Si se conoce el tamaño de las serpientes y el tiempo que tardan en alcanzarlo, se puede establecer un límite superior aproximado de los recursos que se puede esperar que explote la serpiente”.

 

Referencia: Jayne, B., Bamberger, A., Mader, D., Bartoszek, I. Scaling Relationships of Maximal Gape in Two Species of Large Invasive Snakes, Brown Treesnakes and Burmese Pythons, and Implications for Maximal Prey Size. Integrative Organismal Biology. 2022. DOI: https://doi.org/10.1093/iob/obac033

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