Hoy en día son muchas las iniciativas tecnológicas dedicadas a intentar mitigar los efectos del cambio climático. Mientras algunas apuestan por reducir las emisiones de los principales gases de efecto invernadero, otras apuestan por retirarlo activamente de la atmósfera. Ambas opciones, en la mayor parte de los casos, tienen un coste muy elevado y unos resultados inciertos a largo plazo.

Sin embargo, un estudio del equipo de economistas del Fondo Monetario Internacional (FMI) propone un método sencillo y rentable para luchar contra el calentamiento global. Se trata de proteger a las ballenas y promover el incremento de sus poblaciones.

Resulta que estos grandes cetáceos tienen un rol decisivo a la hora de capturar carbono de la atmósfera. Estamos hablando de que cada ballena secuestra, de media, unas 30 toneladas de carbono a lo largo de su vida. Una gran cantidad que, después de su muerte, quedará sumergida en el fondo del océano durante siglos, lejos de la atmósfera y de contribuir al conocido efecto invernadero. A modo de comparación entre especies, un árbol absorbe solamente unos 21,8 kilos de carbono al año. 

Pero la labor ecológica de estos cetáceos no acaba aquí. Sus desechos, ricos en elementos como el hierro o el nitrógeno, tienen un efecto multiplicador sobre las poblaciones de fitoplancton, del cual se alimentan la mayor parte de ellas. Estas criaturas microscópicas, aparte de producir al menos el 50% de O₂ de nuestra atmósfera, son capaces de capturar el 40% del CO₂ producido anualmente de manera global, es decir, unos 37 billones de toneladas. Una cantidad equivalente a la que capturarían 1.70 trillones de árboles o cuatro selvas amazónicas.

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