Harar, Etiopía

La segunda historia ocurre en Harar, en Etiopía, dónde Abbas Yusuf se ha ganado la confianza de estos carnívoros. En esta ciudad, encontrarse a hienas salvajes paseando por las calles, el mercado de Magala Gudo y el vertedero, en busca de restos de carne y basura es muy común. Aquí la gente no les tiene miedo, de hecho, los locales dicen que las hienas no han atacado a nadie desde hace más de 200 años, desde que decidieron abrir la murallas y ponerles restos de comida.

Yusuf, conocido como Hyena Man, aprendió a alimentar a estos animales salvajes de su padre, Yusuf Mume Salleh, quien solía arrojarles comida para alejarlos de su ganado. Años más tarde, la tradición sigue viva y se ha convertido en una atracción turística popular. Cada atardecer sube a una colina y llama a las hienas para atraerlas hasta su casa, dónde las alimenta.

El fotógrafo de Nat Geo, Brian Lehmann, quien pasó una temporada junto a Yusuf, documentando su trabajo, afirma “no hay duda de que sean unas criaturas horrendas, pero no hay duda de que hay belleza en su interior”.

Aunque los dos casos nos demuestren que es posible adiestrar a estos animales salvajes, en la mayor parte de países del mundo es ilegal y muy peligroso. Debido a su fuerte carácter, deben llevar siempre el bozal y, una vez llegan a la edad adulta no pueden volver a ser liberadas en la naturaleza por poder transmitir nuevos patógenos a animales en libertad, teniendo por tanto, que ser sacrificadas.

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