La explicación bioquímica es que al recibir el potencial de acción (la señal del estímulo), el pulvino responde expulsando iones de potasio y cloro, y absorbiendo iones de calcio, algo que da como resultado un gradiente osmótico que extrae el agua de las células de los folíolos afectadas, haciendo que se encojan temporalmente. Se trata de un proceso costoso energéticamente hablando y que puede interferir con el proceso de fotosíntesis.

Ahora que ya conocemos la razón bioquímica del proceso, la pregunta sería ¿para qué le sirve? ¿Qué ventajas evolutivas le proporciona este rápido movimiento a la planta? La respuesta no es sencilla, parece que el hecho de poder cerrar los pecíolos le aporta una cierta protección frente a los herbívoros, ya que la hace parecer marchita y, por tanto, los depredadores evitan comérsela. También existe la hipótesis de que tanto herbívoros como insectos dañinos se podrían asustar al ver el rápido movimiento de la planta y preferirían comerse a otras, más inmóviles. Otra propuesta de la comunidad científica es que cerrarse las ayuda a perder menos agua por evaporación. 

Lo más interesante, según un estudio publicado en la revista Plant Ecology, es que la mimosa sensitiva puede actuar con cierta plasticidad a la hora de volver a abrir los pecíolos y volver a su posición inicial. De manera que, dependiendo de si esa zona de la planta está más o menos expuesta a posibles depredadores, la planta tardaría más en abrirse; y el contrario en zonas cercanas a las inflorescencias, las cuales interesa que estén accesibles el mayor tiempo posible para su polinización. 

Referencias: Amador-Vargas, S., Dominguez, M., León, G., Maldonado, B., Murillo, J., & Vides, G. L. (2014). Leaf-folding response of a sensitive plant shows context-dependent behavioral plasticity. Plant Ecology, 215(12), 1445–1454. https://doi.org/10.1007/s11258-014-0401-4

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