De unos 2-3 centímetros de largo, este tupé de la naturaleza se presenta en todas las variedades, algunas con cabello lacio, otras tienen ondas, y pueden ser de color marrón, gris y blanco. Su apariencia cambia con su ciclo de vida, siendo más voluminosa su “melena” en estado larvario temprano y descendiendo en la etapa media del cambio.

No se te ocurra tocarlas, pues el «pelaje» de estos insectos está lleno de espinas venenosas que desencadenan reacciones dolorosas cuando entran en contacto con piel humana. Los síntomas del contacto con una oruga de gato pueden variar de leves a graves, con molestias comunes que incluyen hinchazón, vómitos y fiebre. En condiciones extremas, una gran dosis del veneno puede ser letal si no se trata.

 

 

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