Cuando un animal es albino su organismo no puede producir melanina, que es el pigmento que da color a la piel, el pelo, las plumas y los ojos. En el caso que nos ocupa, también colorearía el caparazón de la tortuga. En muchas ocasiones los animales albinos tienen los ojos rojos. Esto es así porque carecen de pigmento y, por tanto, son del mismo color que los vasos sanguíneos que están bajo la superficie de los ojos.

No se sabe cuántos años vivirá la cría albina recién nacida y es que, aunque las tortugas gigantes de las Galápagos tienen una experiencia de vida de más de 100 años cuando están en libertad, su especial condición dificulta la existencia. El albinismo hace que los animales estén más expuestos a los rayos ultravioletas del sol y los predispone a tener una visión reducida y dificultades auditivas. Además, el color blanco los convierte en blanco fácil para los depredadores. Como consecuencia de todo lo anterior, los animales albinos no suelen vivir mucho y mueren antes de poder transmitir sus genes, lo que explica que esta enfermedad sea tan rara. En cautividad y con cuidados adecuados pueden vivir con relativa salud.

La cría de tortugas gigantes en cautividad

Todo empieza con el apareamiento de la hembra y el macho, un ritual que es de todo menos amoroso. Antes de montar a la hembra, el macho embiste una y otra vez el caparazón de la hembra con el suyo. También les muerde las patas. Durante el acto, además, el macho emite unos gemidos muy fuertes. De hecho, esto inspiró a los creadores de la serie Juego de Tronos para crear los rugidos de los dragones.

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El sexo de las futuras tortugas vendrá determinado por la temperatura a la que se incuben los huevos. Según el zoo de San Diego, en esta especie, las condiciones más cálidas hacen que las tortugas se conviertan en hembras, y las temperaturas más bajas producen machos. Todavía no se sabe el sexo de la pareja de tortugas recién nacida, pues en este momento no hay diferencias físicas entre machos y hembras.

En la naturaleza, las crías parecen «desaparecer» hasta que cumplen más o menos cinco años. Los investigadores no están seguros de a dónde van, pero sospechan que las tortugas juveniles pasan sus primeros años escondidas en la maleza del bosque para evitar a su único depredador natural: el halcón de Galápagos (Buteo galapagoensis). Nadie sabe exactamente cómo transcurren estos primeros años. Eso sí, cuando vuelven a aparecer son ya demasiado pesadas como para ser transportada por una de estas aves.

La cría en cautividad puede ser una herramienta de gran utilidad para conservar estas enormes tortugas, que han visto disminuir su número en la naturaleza. Las poblaciones de tortugas salvajes de las Galápagos se vieron gravemente afectadas por los primeros exploradores europeos, los balleneros y las tripulaciones navales, que las cazaban como fuente de aceite y alimento para los largos viajes por los mares. Los científicos creen que antes había unas 200 000 tortugas gigantes en las Islas Galápagos, que, por cierto, reciben su nombre por las tortugas (la palabra «Galápagos» viene de una palabra arcaica española que significa «tortuga»), pero ahora solo hay unas 15 000, según el Galápagos Islands Trust.

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