Si pensamos en animales que lleven mucho tiempo entre nosotros y que sean capaces de tener una esperanza de vida superior a la del ser humano, es fácil que se nos venga a la mente la tortuga. Junto con el elefante, es el animal viejo por excelencia para nuestro imaginario. El cine de animación se ha encargado de mostrarnos la mayoría de las veces a tortugas como ancianos que, lentos pero constantes, representan la sabiduría y la paciencia. Pero ¿de dónde viene este longevo animal?

Las tortugas surgieron desde bien temprano en la historia de la vida. Pueblan nuestro planeta desde el período Triásico, que pertenece a la era del Mesozoico. Concretamente, Eunotosaurus es la primera especie de la que tenemos constancia, y vivió hace 260 millones de años. Bien es cierto, que hay debate entre los investigadores en tomar o no a Eunotosaurus como una especie en la raíz evolutiva de las tortugas. Sea como fuere, parece que sí hay consenso en datar las primeras tortugas en el Noriano, el período del Triásico que se dio entre hace 220 y 205 millones de años. Pero, todavía antes, aconteció un hecho clave para las tortugas.

Conquistar la tierra

En el Carbonífero, que se inició hace 322 millones de años, se dio un salto evolutivo con el surgimiento de lo amniotas, grupo al que pertenecen las tortugas, los lagartos y cocodrilos entre otras especies. Los amniotas ponen huevos que cuentan con una membrana, el amnios, que evita la pérdida de agua. Esta estructura permitió conquistar casi todos los ambientes terrestres ya que, a diferencia de los anfibios, los amniotas no tenían que volver al agua para desovar.

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Desde la existencia de las primeras tortugas, la evolución histórica de este animal ha sufrido pocas variaciones hasta nuestros días. El cambio más drástico se dio en la formación de su caparazón, puesto que las primeras especies no tenían el característico exoesqueleto que protegen a las tortugas. Archelon y Protostega son los nombres que reciben las tortugas gigantes que vivieron durante el Cretácico. Estas especies podían pesar dos toneladas y sus huesos se fueron modificando hasta convertirse en una especie de concha, la cual acabó por evolucionar al caparazón que cubre a las tortugas actualmente.

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