Cazar lobos: una idea peor de lo que parece

Incluso aunque el lobo fuese un problema real para la ganadería,  cazarlo no sería la solución adecuada. Los lobos forman grupos familiares de tamaño más o menos grande, en función de la disponibilidad de presas. La estructura jerárquica de la manada es extraordinariamente fuerte y, en contra de la creencia popular, la figura más importante en la cohesión de la manada es la hembra dominante, la reproductora, mientras que el macho reproductor es el que dirige la cacería. Una manada bien estructurada optimiza la caza, buscando la mayor cantidad de carne por cacería y minimizando los riesgos. Eso incluye, como hemos dicho, evitar a los seres humanos a toda costa. 

Si unos cazadores eliminan a un lobo que no forme parte de la pareja reproductora de la manada, el grupo solo pierde  parte de su capacidad de depredación, y la recuperará a los pocos años. El problema comienza cuando el ser humano caza a los individuos dominantes, que suelen ser los más grandes, y por tanto, los favoritos de los cazadores. Si cae el macho, están eliminando a quien dirige la caza; si eliminan a la hembra, la manada se desestructura y pierde su cohesión. En esos casos, la manada se fragmenta y los lobos pierden la capacidad de cazar grandes presas salvajes. Se ven obligados a correr mayores riesgos para acercarse a animales más torpes y fáciles de matar, como las ovejas. Por ese motivo, cazar lobos para proteger al ganado es contraproducente

Más eficaz que cazar lobos es mantener el rebaño vigilado siempre que esté en el entorno natural, y más aún si se cuenta con la ayuda de al menos dos perros mastines. 

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De cualquier modo, si el lobo no es el causante de tanta muerte de ganado, si realmente sus ataques son tan anecdóticos como los datos científicos parecen indicar, entonces ¿de dónde surgen tantos problemas?

El verdadero causante del problema

Un estudio realizado en el País Vasco por los investigadores Jorge Echegaray y Carles Vilà mostró unos resultados difíciles de rebatir. Analizando heces de lobo encontraron que solo el 26 % de los restos hallados pertenecían a animales domésticos, la mayoría de caballo y vaca; animales que no se suelen reportar como víctimas del lobo, y que cuadran con el consumo de carroña. El ganado ovino apenas aparecía como presa en un 3 %. La fauna salvaje representaba el 73 % de la dieta, lo que confirma la hipótesis de que el lobo prefiere a estos animales salvajes.

Por otro lado, se estudiaron heces de perros ferales, perros domésticos abandonados que se han asilvestrado, o sus descendientes. A diferencia de los lobos, los perros no tienen problema para acercarse al ser humano, y ven mucho más fácil cazar animales de granja que silvestres. Hasta un 71 % de las presas identificadas en las heces de perros ferales eran de ganado, de las cuales, la mitad era de oveja.

Dado el hecho de que los perros asilvestrados son, en realidad, el principal problema que sufren los rebaños de ovejas, se añade un motivo de peso más a la extensa lista de razones por las que no se debe abandonar a un perro. Pero no todos los perros pueden alcanzar ese nivel de adaptación a la vida salvaje; deben ser animales capaces de aprender a cazar de forma efectiva, o que ya sepan cazar cuando son abandonados. Esto pone el foco de la responsabilidad en otro sector de la población que, irónicamente, también suele estar a favor de la caza del lobo.

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Referencias:

Barja, I. 2009. Prey and Prey-Age Preference by the Iberian Wolf Canis Lupus Signatus in a Multiple-Prey Ecosystem. Wildlife Biology, 15(2), 147-154. DOI: 10.2981/07-096

BOE. 2021. Orden TED/980/2021, de 20 de septiembre, por la que se modifica el Anexo del Real Decreto 139/2011, de 4 de febrero, para el desarrollo del Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial y del Catálogo Español de Especies Amenazadas. BOE, 226, 115283-115287.

Echegaray, J., & Vilà, C. 2010. Noninvasive monitoring of wolves at the edge of their distribution and the cost of their conservation. Animal Conservation, 13(2), 157-161. DOI: 10.1111/j.1469-1795.2009.00315.x

Imbert, C., Caniglia, R., et al. 2016. Why do wolves eat livestock?: Factors influencing wolf diet in northern Italy. Biological Conservation, 195, 156-168. DOI: 10.1016/j.biocon.2016.01.003

Uríos, V., Vilà, C., et al. 2000. Estudio de la incidencia real de la depredación del lobo en la ganadería comparando dos métodos distintos. Galemys, 12((no especial)), 241-248.

Wielgus, R. B., & Peebles, K. A. 2014. Effects of Wolf Mortality on Livestock Depredations. PLOS ONE, 9(12), e113505. DOI: 10.1371/journal.pone.0113505

 

 

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