En los ríos y lagos españoles podemos encontrar cuatro especies de cangrejo. El cangrejo rojo americano (Procambarus clarkii), introducido desde las marismas de Luisiana en 1973 en una finca extremeña, y al año siguiente en el Guadalquivir, desde donde se expandió hasta convertirse en una especie invasora. Ese mismo año, introducido desde Suecia, aunque de origen también estadounidense, entró el cangrejo señal (Pacifastacus leniusculus), también invasor. Más reciente es la introducción del cangrejo yabbie (Cherax destructor), australiano; se introdujo en 1983, también está catalogado como especie invasora, aunque en mucha menor medida que las especies anteriores. 

La cuarta especie es Austropotamobius pallipes, el cangrejo de patas blancas, tradicionalmente considerado especie nativa. Se trata de un animal muy abundante en el pasado reciente, pero que ha sufrido graves impactos a causa de la introducción de las especies americanas, que portan una enfermedad letal para él, denominada afanomicosis

El misterio de la ausencia del pasado

Aunque se considera una especie nativa, no hay pruebas ni paleontológicas, ni arqueológicas ni históricas que muestren la presencia de cangrejos de río en la península ibérica. De hecho, el naturalista italiano Ulisse Aldrovandi publicó en 1606 que el cangrejo de río “abunda en arroyos, ríos y lagos de Europa, pero no se encuentra en España, a pesar de que allí no escasean los ríos”. Y aunque él mismo afirmó que solo hablaba de los animales “que solo he visto con mis propios ojos”, parece raro que un naturalista tan observador no encontrase un animal tan aparentemente común

Es Luis Cabrero de Córdoba, secretario del rey Felipe II, el que hace una primera mención a los cangrejos de río en España, y lo hace en la biografía del monarca. “Hasta peces hizo traer de Flandes, carpas, tencas, burguetes y gambaros de Milán”. En Italia, al cangrejo de río lo llaman “gambaro”, y esa introducción se corresponde con la que se realizó en los estanques de El Escorial como regalo de Francesco I de’ Medici al rey español en 1588. La primera mención de la existencia de cangrejos en la península ibérica es, en efecto, la mención de su introducción. Para encontrar una referencia a su estado salvaje hay que esperar hasta el año 1775, cuando el naturalista inglés William Bowles lo cita en su Introducción a la historia natural y a la geografía física de España.

¿Y si no fuese autóctono?

La hipótesis de la introducción es la que defiende el investigador Miguel Clavero, de la Estación Biológica de Doñana (CSIC). Según este planteamiento, en ese transporte de especies de 1588 se introdujeron los cangrejos, como se hizo con muchas otras especies que posteriormente colonizaron las principales cuencas ibéricas desde los estanques de El Escorial. Es una hipótesis que explica la ausencia de registros de cangrejos en la península ibérica tanto en el ámbito histórico como arqueológico y paleontológico hasta finales del siglo XVI. 

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Un estudio liderado por Clavero en 2015 recopiló información multidisciplinar para poner a prueba esa hipótesis. En ella incluyeron no solo información histórica, sino también taxonómica, genética, ecológica e incluso gastronómica. Las conclusiones de la investigación apuntaron a que, en efecto, el cangrejo de patas blancas que encontrábamos de forma tan habitual antes de la invasión de los cangrejos americanos tiene, en realidad, un origen italiano. De hecho, a nivel genético, tiene dos particularidades. Por un lado, los primeros análisis realizados mostraron  una baja diversidad genética, algo que encaja con un patrón de introducción de pocos ejemplares originales. Y por otro lado, tienen más similitudes con las poblaciones de cangrejos de la región de Milán que con otras poblaciones geográficamente más próximas a España. De hecho, si estas conclusiones son ciertas, la especie sería Austropotamobius italicus, y no A. pallipes como se consideraba hasta ahora.

Pero… ¿y si fuese autóctono?

En realidad no toda la comunidad científica aceptó las conclusiones del equipo de Clavero. Análisis genéticos posteriores mostraron una mayor diversidad genética, que se correspondería con lo esperable en una especie nativa. En una publicación científica liderada por la investigadora María Díez-León, de la Universidad de Guelph en Canadá, en respuesta a la hipótesis de Clavero, se defiende que para adquirir tal variabilidad genética la población debe tener su origen hace al menos 10 000 años

Sin embargo, hay una hipótesis alternativa a esta posibilidad, y es que esa variabilidad genética se deba a que las poblaciones de cangrejo de patas blancas procedan no de una sola introducción, sino de varias. Y es que, a veces, los mismos datos pueden dar lugar a conclusiones muy distintas, y en este caso, completamente contrarias

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El debate científico no parece estar zanjado, y aunque los argumentos expuestos por el grupo de Clavero son muy sólidos, se necesitan pruebas aún más contundentes para poder establecer un consenso científico.

¿Y qué importa todo esto?

El cangrejo de patas blancas en la península ibérica se encuentra en un estado crítico de conservación. La afanomicosis ha diezmado las poblaciones hasta casi extinguirlas, y se dedican muchos recursos para su conservación y recuperación. Tenemos muy claro que no se deberían dedicar recursos a la conservación de los cangrejos invasores. Si el cangrejo de patas blancas resulta ser una especie nativa, no hay duda de que esos recursos están bien invertidos. Sin embargo, si no lo fuera, ¿tendría sentido preservarlo? ¿Cuánto tiempo debe pasar una especie introducida en un nuevo ecosistema para que se asimile como nativa, aunque no lo sea? 

A largo plazo, una especie introducida se asume como propia cuando es valiosa funcionalmente en el ecosistema, o se ha incorporado a las tradiciones culturales. El nogal es una especie originaria de Oriente Medio e introducido en la península ibérica por los romanos, pero está tan bien integrada en nuestros ecosistemas y en nuestra cultura, que no se negaría la inversión para su conservación de ser necesario. ¿Sucedería lo mismo con el cangrejo de patas blancas?

Que el cangrejo de patas blancas sea o no autóctono no es solo algo de importancia biológica, sino también de importancia cultural y social. Es posible que, dado el alto valor social que los españoles atribuyen a este cangrejo, el resultado del debate científico sea indiferente, y sea o no nativo, se sigan dedicando esfuerzos para su preservación. 

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Al fin y al cabo, lo ideal sería tratar de recuperar hábitats, y no únicamente especies. Así como tratamos de arreglar los desaguisados que causan las especies invasoras, cuando una especie no nativa está bien integrada en el ecosistema, sin causar impactos, no habría motivo alguno para no conservarla.

 

 

REFERENCIAS

BOE. 2013. Real Decreto 630/2013, de 2 de agosto, por el que se regula el Catálogo español de especies exóticas invasoras. BOE, 185(Sec. I.), 56764-56786.

Clavero, M., Nores, C., et al. 2016. Interdisciplinarity to reconstruct historical introductions: solving the status of cryptogenic crayfish. Biological Reviews, 91(4), 1036-1049. DOI: 10.1111/brv.12205
Díez-León, M., Miranda, R., et al. 2015. Setting priorities for existing conservation needs of crayfish and mink: Setting Priorities for Conservation. Conservation Biology, 29(2), 599-601. DOI: 10.1111/cobi.12406

 

 

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