Una de las formas de generación de electricidad a partir de fuentes renovables, la eólica es una de las más populares y mejor valoradas. Sus infraestructuras no liberan emisiones contaminantes al aire y casi tampoco al agua. Además, no requieren de agua para refrigerarse. En general, una turbina eólica o aerogenerador produce poca energía eléctrica —un promedio de 1,5 megavatios de potencia y los más grandes, en condiciones óptimas, no más de 6 megavatios—, por lo que normalmente se instalan en grupos, en los llamados parques eólicos.

Aunque los impactos de los aerogeneradores son relativamente bajos, y significativamente inferiores a los de otras instalaciones, están lejos de ser nulos. Debido a su gran tamaño y abundancia generan un evidente impacto visual en el paisaje: hay torres de hasta 200 metros de altura. A ello se une el ruido de fondo que puede afectar al comportamiento de los animales. Las aspas generan un impacto sobre las poblaciones de aves y murciélagos, que pueden morir por el impacto o ver alterada su distribución.

Además, y de forma más significativa, su fabricación y la producción de los materiales con que se construyen, sí tienen un alto impacto ambiental, y aunque la mayoría son reutilizables o reciclables, las aspas, que es la parte más relevante del aerogenerador, no lo son.

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