Sabemos que esas partículas pueden llegar a la sangre —a través del sistema digestivo, de contacto por mucosas, o de los pulmones—. La placenta humana es permeable a determinados tipos de microplásticos, y se ha observado bioacumulación en hígado, riñones e intestino.

En farmacia se emplean ciertos transportadores poliméricos para que determinados fármacos logren atravesar la barrera hematoencefálica —y pasen de la sangre al sistema nervioso—. Si esas partículas de microplásticos, administradas de forma controlada, pueden hacerlo, nada invita a pensar que otras de naturaleza similar, pero obtenidas del ambiente, también sean capaces de hacerlo.

El efecto del consumo de microplásticos sobre la salud humana aún no está muy estudiado, pero en general, los resultados esperables no son esperanzadores. Hay tres formas en las que podrían generar impactos negativos.

Por un lado, los daños físicos; las partículas podrían erosionar los tejidos vivos, y las más diminutas, atravesar las membranas celulares y generar daños en el interior de la célula. Se han observado efectos relacionados con el estrés oxidativo, daño celular e inflamaciones asociadas a la presencia de microplásticos.

Por otro lado existe la posibilidad de la toxicidad química. Las partículas pueden generar efectos de disrupción en el sistema endocrino, ya sea por el mismo plástico, o por sustancias adsorbidas previamente y liberadas después en el cuerpo humano.

Además, los efectos tóxicos pueden darse de forma imprevista; si una partícula de plástico encapsula una sustancia tóxica y la transporta a un órgano donde, normalmente, no podría llegar —por ejemplo, al sistema nervioso a través de la membrana hematoencefálica— podría producir efectos que ni siquiera se contemplen.

En tercer lugar, muchos microorganismos encuentran refugio en porosidades y recovecos de partículas de plásticos. De este modo, los microplásticos pueden convertirse en vectores de patógenos y parásitos.

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REFERENCIAS:

Bergmann, M. et al. 2019. White and wonderful? Microplastics prevail in snow from the Alps to the Arctic. Science Advances, 5(8), eaax1157. DOI: 10.1126/sciadv.aax1157

Evangeliou, N. et al. 2020. Atmospheric transport is a major pathway of microplastics to remote regions. Nature Communications, 11(1), 3381. DOI: 10.1038/s41467-020-17201-9

Klein, M. et al. 2019. Microplastic abundance in atmospheric deposition within the Metropolitan area of Hamburg, Germany. Science of The Total Environment, 685, 96-103. DOI: 10.1016/j.scitotenv.2019.05.405

Leslie, H. A. et al. 2022. Discovery and quantification of plastic particle pollution in human blood. Environment International, 107199. DOI: 10.1016/j.envint.2022.107199

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Vethaak, A. D. et al. 2016. Plastic Debris Is a Human Health Issue. Environmental Science & Technology, 50(13), 6825-6826. DOI: 10.1021/acs.est.6b02569

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