Según los expertos, sembrar los océanos con partículas de fertilizantes de ingeniería ricas en hierro cerca del plancton oceánico alimentaría el fitoplancton, esas plantas microscópicas que son una parte clave del ecosistema oceánico, para fomentar el crecimiento y la absorción de dióxido de carbono (CO2).

“La idea es aumentar los procesos existentes”, explica Michael Hochella, miembro del Laboratorio Nacional del Noroeste del Pacífico y coautor del trabajo. “Los humanos han fertilizado la tierra para cultivar durante siglos. Podemos aprender a fertilizar los océanos de manera responsable”.

Como estos diminutos organismos necesitan minerales para crecer y multiplicarse pero hay poco flotando en la superficie de las aguas con ellos, su crecimiento y desarrollo es limitado. Ahí es donde entraría la tecnología. Al añadir artificialmente este fertilizante faltante, podríamos estimular a estos microbios a crecer y reproducirse, absorber más CO2 del aire y secuestrar este carbono durante cientos de miles de años.

Los investigadores apuntan a que estas partículas podrían estar controladas y ajustadas específicamente para diferentes entornos oceánicos. El enfoque general también podría ajustarse para satisfacer las necesidades de entornos oceánicos específicos. Por ejemplo, una región podría beneficiarse más de las partículas a base de hierro, mientras que las partículas a base de silicio pueden ser más efectivas en otros lugares, apuntan los expertos.

 

¿El problema de origen?

Que desarrollar esta tecnología no sería barato. Crear y distribuir diferentes partículas resulta bastante costoso. Sin embargo, los resultados de estos experimentos serían lo suficientemente efectivos como para justificar el precio, opinan los investigadores.

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