La percepción de estos pequeños movimientos y reacciones involuntarias que forman el efecto ideomotor puede entrenarse; de hecho, ciertas técnicas de deducción como la lectura en frío se aprovechan de la identificación de este tipo de reacciones para dar la impresión de estar adivinando cosas sobre alguien, cuando solo se están leyendo las reacciones. Estas personas hacen una versión un poco más sofisticada de lo que hacía Hans, pero con la misma base.

El peligro de la antropomorfización

Cuando se hizo evidente que Hans no poseía una habilidad mental compleja, sino que usaba una interacción simple de estímulo-respuesta durante sus actuaciones, leyendo las reacciones humanas, muchas personas se sintieron muy decepcionadas, especialmente von Osten.

Sin embargo, en muchas ocasiones los humanos seguimos cayendo en el mismo sesgo cuando observamos a los animales.

Muchas de las habilidades mentales que, en la cultura popular, se atribuyen a los animales, no tienen un respaldo científico sólido y se basan en las interpretaciones sesgadas de observaciones anecdóticas. El efecto de Hans el Sabio se suma al sesgo de confirmación, haciéndonos creer que nuestra expectativa es cierta con base en una anécdota, ignorando todas las veces que no se cumplió.

Lo que sucedió hace más de un siglo con Hans el Sabio aún sucede hoy. Muchos asumen que el animal actúa como lo harían ellos, resolviendo la ecuación, ignorando que el animal puede tener otras habilidades distintas a las humanas, como leer el lenguaje corporal. Esta antropomorfización de los animales, atribuyéndoles capacidades, e incluso pensamientos y sentimientos humanos, lleva a malos entendidos y puede repercutir negativamente en ellos, al realizar acciones o simpatizar con imágenes que pensaríamos que serían en su beneficio, y que en realidad no lo están siendo.

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Recordemos aquel terrible video viral de 2018 de una rata que parecía estar duchándose, frotándose con el jabón; los especialistas en comportamiento de roedores estaban bastante seguros de que la protagonista —que no era una rata, sino una pacaraná— estaba enormemente estresada, y sus movimientos no eran para lavarse, sino para intentar desprenderse del jabón. Ese vídeo no mostraba más que una forma de maltrato animal.

Para evitar caer en el efecto de Hans el Sabio, es necesario realizar las interacciones con los animales en unas condiciones muy específicas, que minimicen el contacto directo. Hay muy buena ciencia estudiando las habilidades cognitivas de los animales empleando metodologías que minimizan o incluso eliminan estos sesgos. Al fin y al cabo, en realidad, ellos tienen sus propias capacidades, pensamientos y sentimientos, y no tienen por qué ser los mismos que los nuestros.

Referencias:

Anders, C. J. et al. 2022. Finding and removing Clever Hans: Using explanation methods to debug and improve deep models. Information Fusion, 77, 261-295. DOI: 10.1016/j.inffus.2021.07.015

Ladewig, J. 2007. Clever Hans is still whinnying with us. Behavioural Processes, 76(1), 20-21. DOI: 10.1016/j.beproc.2006.10.014

Pfungst, O. 1911. Clever Hans (the horse of Mr. von Osten): a contribution to experimental animal and human psychology. (C. L. Rahn, Trad.). Henry Holt and Company.

Prinz, W. 2006. Messung kontra Augenschein: Oskar Pfungst untersucht den Klugen Hans. Psychologische Rundschau, 57(2), 106-111. DOI: 10.1026/0033-3042.57.2.106

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