Pero entonces surgía la pregunta: ¿cuál era el orígen astrofísico de estas señales tan peculiares? Se venía proponiendo ya desde hacía unos años que las estrellas de neutrones, que se forman tras la muerte de las estrellas masivas en forma de supernova, podían albergar intensos campos magnéticos, que emitirían grandes cantidades de radiación. Además estas estrellas podrían llegar a rotar muy rápidamente, con periodos de un segundo o menos, debido a la conservación del momento angular.

Esta conservación del momento angular es la misma que hace que si empiezas a dar vueltas con los brazos extendidos, aceleres cuando recojas los brazos y los cierres. A día de hoy sabemos que efectivamente este es el origen de estas señales descubiertas por Jocelyn Bell en 1967. La explicación del origen de este fenómeno otorgó a Anthony Hewish, el supervisor de la tesis doctoral de Bell durante la cual hizo sus importantes observaciones, parte del premio Nobel de física de 1974. Premio que injustamente no compartió con la auténtica protagonista de este descubrimiento, por decisión del comité seleccionador de la Academia de Ciencias sueca.

Durante la explosión de supernova se alcanzan temperaturas y presiones tan altas, que los electrones y protones presentes en el núcleo de la estrella son capaces de combinarse, superando con ello la barrera creada por la interacción fuerte, para dar lugar a neutrones, emitiendo neutrinos en el proceso. Esto acelera la compresión de la estrella en un efecto cascada que termina creando un compacto núcleo formado enteramente por neutrones y un rebote de las capas externas, lo que se conoce propiamente como la explosión de supernova. El objeto que queda detrás, lo que llamamos estrella de neutrones, es un astro de apenas unos diez kilómetros de diámetro, pero con densidades similares a las de un núcleo atómico (y mil millones de veces mayores que las de una enana blanca) y una masa comparable a la del Sol.

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El nombre de estrella de neutrones puede resultar confuso, pues aunque este objeto está efectivamente compuesto de neutrones, no es realmente una estrella. Las estrellas se caracterizan porque en su interior tienen lugar reacciones de fusión nuclear que mantienen a la estrella viva, en un delicado equilibrio entre la gravedad, que intenta comprimirla, y el calor generado, que intenta expandirla. En las estrellas de neutrones no hay ningún proceso de fusión nuclear sucediendo y su brillo y alta temperatura son remanentes del violento proceso que las creó, pero nada más.

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