Los rumiantes no son los únicos mamíferos capaces de orientarse de esta manera. Roedores como la rana topo africana, el hámster siberiano, la rata topo ciega, o los ratones, así como otros grupos como los murciélagos también han mostrado la capacidad de magnetorrecepción. Incluso los perros, a la hora de defecar, parecen orientarse en determinada dirección.

¿Cómo se orientan de esta manera?

La alineación magnética es una expresión de la conducta observada como espontánea, producida por la magnetorrecepción, y que aparece cuando el animal se encuentra en reposo y, más especialmente, cuando la orientación corporal no está condicionada por otros factores, como puede ser un exceso de insolación, irregularidades del terreno o una orientación dependiente del viento para evitar ser detectado por depredadores o presas potenciales.

Tanto los insectos como las aves que presentan la capacidad de magnetorrecepción, lo hacen mediante ciertos órganos que presentan diminutos cristales de magnetita, que se orientan en función del campo magnético terrestre.

En el caso de algunos peces, como los tiburones, se basa en las ampollas de Lorenzini, unos órganos electrorreceptores capaces de detectar pequeñas variaciones de potencial eléctrico. Esto no solo les sirve para detectar presas por su actividad nerviosa, sino también para detectar el campo magnético terrestre, gracias a la ley de Faraday de la inducción electromagnética.

Los mamíferos no tenemos esos mecanismos. La respuesta a cómo ciertas especies, como vacas, corzos o murciélagos, son capaces de orientarse, es todavía una incógnita. Algunas investigaciones apuntan a ciertos pigmentos —criptocromos— de la retina, o a receptores específicos en la córnea del ojo. En el primer caso, la magnetorrecepción dependería de la luz, y podría explicar la orientación de rumiantes o de los perros. El segundo caso permitiría la magnetorrecepción en completa oscuridad, y podría explicar esta capacidad en roedores y murciélagos. En cualquiera de los casos, estos órganos estarían asociados a una estructura cerebral específica para la magnetorrecepción.

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Lo más fascinante es que se ha encontrado el mismo tipo de criptocromos que, en términos moleculares, podrían cumplir esa función, así como depósitos de magnetita en los huesos esfenoides y etmoides. También hay estudios en humanos que sugieren la existencia de cierta actividad cerebral ante cambios en la orientación magnética, pero tan sutil que no tiene una respuesta fisiológica. Si alguna vez la especie humana tuvo la capacidad de magnetorrecepción, hoy lamentablemente solo es un vestigio evolutivo.

Referencias:

Baker, R. R. et al. 1983. Magnetic bones in human sinuses. Nature, 301(5895), 79-80. DOI: 10.1038/301096b0

Begall, S. et al. 2008. Magnetic alignment in grazing and resting cattle and deer. Proceedings of the National Academy of Sciences, 105(36), 13451-13455. DOI: 10.1073/pnas.0803650105

Burda, H. et al. 1990. Magnetic compass orientation in the subterranean rodentCryptomys hottentotus (Bathyergidae). Experientia, 46(5), 528-530. DOI: 10.1007/BF01954256

Foley, L. E. et al. 2011. Human cryptochrome exhibits light-dependent magnetosensitivity. Nature Communications, 2, 356. DOI: 10.1038/ncomms1364

NĚMECJENS, P. et al. 2001. Neuroanatomy of Magnetoreception: The Superior Colliculus Involved in Magnetic Orientation in a Mammal. Science, 294(5541), 366-368. DOI: 10.1126/science.1063351

Wang, C. X. et al. 2019. Transduction of the Geomagnetic Field as Evidenced from alpha-Band Activity in the Human Brain. eNeuro, 6(2), ENEURO.0483-18.2019. DOI: 10.1523/ENEURO.0483-18.2019

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