Los problemas biológicos a los que se enfrenta un muerto viviente tipo Malnazidos son insuperables. No realizar una ingesta continuada de alimentos (salvo las pocas veces en las que tienen a su alcance carne fresca) implica que carecen de la homeostasis que caracteriza a todo sistema biológico, absolutamente necesario para mantener una condición estable y constante. Aunque parece que pueden soportar mucho tiempo sin comer, el destino final de un zombi debe ser la muerte por inanición, que es la inteligente manera de acabar con la infección que utilizan en la película 28 días después. Sin dieta regular los muertos vivientes queman primero sus propias grasas corporales y luego las proteínas musculares… Todo esto tiene un efecto global que no se contempla en las películas: con el tiempo un zombi debe ir perdiendo su capacidad para moverse. Por suerte para Malnazidos, todo sucede en tres días…

Eso siempre que llegue a este estado. La práctica inexistencia de un mínimo metabolismo deja al zombi en lo que es realmente: un cuerpo muerto, y por tanto, en proceso de descomposición. Esto lo convierte en cobijo ideal para todo tipo de insectos y microbios necrófagos. En este sentido, resulta incomprensible que ninguna película mencione lo que sería su seña de identidad más característica de un muerto viviente: su repugnante olor, producto de sustancias de nombres tan coloridos como putrescina o cadaverina. Las infecciones en las heridas abiertas y las llagas o su incapacidad para calentarse en condiciones de temperaturas bajo cero, por ejemplo, hacen que sea todo un logro que puedan cumplir el año de vida.

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Por otro lado, la destrucción del cerebro por parte del virus conlleva un efecto demoledor sobre los órganos sensoriales, como la desaparición de los sistemas visual y auditivo, a lo que habría que añadir el desarrollo de miopía y ceguera a los colores debido a la degradación del ojo. Lo único que le queda al muerto viviente es su olfato, únicamente si mantiene intacto, entre otras zonas cerebrales, la amígdala (una parte del cerebro que también está relacionada con el almacenamiento de recuerdos emocionales). Esto explicaría por qué no se atacan entre ellos ni se devoran: los zombis deben “oler” la muerte y, por tanto, identificar su carne como poco agradable. De todos modos, es peculiar que en las luchas en las que intervienen un gran número de zombis ningún ataca a otro por error: no hay bajas por fuego amigo. Al parecer de los guionistas, no es muy atractivo que los zombis se ataquen entre ellos. Es comprensible: eso daría una oportunidad a los protagonistas, y eso no se puede consentir.

 

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