Los patos y otras anátidas no consumen frutos ni semillas de forma directa. Remueven y filtran el sedimento de los lagos y lagunas cuando se alimentan. Pero en ese proceso, recogen y consumen involuntariamente semillas que cayeron al agua y fueron depositadas en el fondo meses atrás, en otoño. En su tracto digestivo, las transportan durante su migración primaveral a entornos más fríos, y, por lo tanto, más adecuados, y en el momento óptimo para su germinación.
Los ánades azulones, objeto de estudio de esta investigación, pueden migrar hasta 2300 kilómetros entre las zonas de invernada y las áreas de cría estivales. Los investigadores analizaron más de 600 deposiciones de ánade y consiguieron recuperar de ellas más de 5000 semillas, de las cuales, hasta el 40 % eran viables.
Según los investigadores, los patos están ofreciendo una oportunidad vital a las plantas y a los ecosistemas dispersando, en el mejor momento y a lugares adecuados, las semillas de plantas que, hasta ahora, se pensaba, solo podían dispersarse apenas unos metros, una distancia insuficiente para compensar el avance del cambio climático.