Hablemos de una película de gran presupuesto cuya historia transcurre en una ciudad con gigantescos rascacielos, vehículos volando de un lado a otro y puentes que la atraviesan. En dicho filme hay un robot inventado por un científico loco al servicio del líder de la ciudad, quien tiene sojuzgados a miles de trabajadores en las entrañas de ésta. Por Olivier Fuentes

Al mismo tiempo surge una historia de amor entre el hijo del tirano y una chica que proviene de las clases inferiores de la ciudad.

No, no es Blade Runner 2049, ni ningún éxito de taquilla que esté por estrenarse; se trata de la cinta muda Metrópolis, la cual llegó a las pantallas en 1927, y que para colmo ni siquiera fue una producción estadounidense, sino alemana; dirigida y producida por el cineasta Fritz Lang.

Un blockbuster de su época

Claro que Metrópolis sí fue una especie de ‘blockbuster’ de la época, ya que llevó alrededor de dos años filmarla y utilizó grandilocuentes e innovadores efectos especiales. Basada en una novela de ciencia ficción (el término sería acuñado apenas siete años atrás), Metrópolis sentó las bases para llevar el género al cine. Estableció una serie de elementos y patrones por seguir que estarían presentes en cada filme; no sólo por el nivel técnico e innovador de su manufactura, sino por los temas que trata.

El guión presenta el eterno planteamiento que la ciencia ficción hace del hombre contra la máquina, el hombre contra el progreso. Además, influenciada por los eventos mundiales de la época, tales como la posguerra, el ascenso de los bolcheviques, la creación de los sindicatos, reformas laborales en todo el mundo y el crecimiento de la industria, la cinta también hace certeros apuntes respecto a las tiranías, la lucha de clases y el feminismo.

Fritz lang

Metrópolis: la novela

El filme está basado en la novela Metrópolis de Thea von Harbou, esposa de Fritz Lang y quien se encargó de realizar la adaptación al cine. Como muestra de la literatura expresionista de los años 20, hoy puede ser difícil  de seguir debido a su lenguaje grandilocuente; sin embargo, es una brillante muestra de la ciencia ficción de la época; y lo más importante, cada elemento destacable de la novela se encuentra en la cinta.

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El libro nos muestra una ciudad compuesta por dos clases sociales diametralmente opuestas: los trabajadores  –– seres mecanizados que viven en las entrañas de la ciudad, encargados de hacer funcionar a la maquinaria que le da vida a ésta –– y la clase alta ––los dueños de la ciudad, quienes viven en la superficie o en las partes altas de ésta y a quienes no les falta nada ––.

Metrópolis
Fritz Lang y Thea von Harbou preparando el guion del film/ Foto: Waldemar Titzenthaler

 

Metrópolis: la película

La mente maestra tras la ciudad es John Masterman; él es el dueño y lo que ahora diríamos el CEO de Metrópolis. Su hijo, Eric, por supuesto, pertenece a la clase privilegiada. Un día, mientras Eric se encontraba en actividades de socialité, unas puertas que conectaban a la superficie de la ciudad con el inframundo de los trabajadores se abren y de ahí sale María, una mujer de la clase trabajadora, con varios niños.

Eric queda embelesado con ella, y la sigue hacia las entrañas de la ciudad. Ahí es testigo de las condiciones infrahumanas en que viven los trabajadores y de un accidente laboral que le cuesta la vida a uno de ellos. El joven acude a su padre, en la enorme Torre de Babel, para pedir mejores condiciones de vida para los trabajadores. Ante su negativa, Eric y su nueva conciencia social se unen a María, quien suele hablar a los trabajadores de una profecía acerca de un mediador que establecerá contacto entre la superficie y el inframundo de la ciudad.

La gran maquinaria

La trama se complica después: Masterman y su secretario bajan de incógnito al inframundo y descubren a María. La secuestran y Masterman acude con su inventor, Rotwang, quien en ese momento se encontraba trabajando en un humano artificial, para que con éste supla a María y el robot le hable a los trabajadores sobre lo necesario que es trabajar para la gran maquinaria de Metrópolis.

Pero el mecanismo, privado de toda emoción humana, es maldad pura. En lugar de trabajar para Masterman, azuza a la gente a rebelarse y a destruir cada máquina, incluyendo la “máquina-corazón”, que es la que le da vida a Metrópolis.

En medio de la confusión, Eric y la verdadera María salvan a los niños de la inundación que la destrucción de las máquinas ha causado, el Masterman mayor se da cuenta de sus errores y una nueva vida de paz y prosperidad empieza para los hombres. Todo gracias al mediador que predicaba María, quien sería el joven Masterman.

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Detrás de la filmación

Lang ya tenía en su haber varias cintas fastuosas en imágenes, pero la visión nocturna de Nueva York durante un viaje en 1924 fue lo que le inspiró el aspecto visual que tendría su película. El paso siguiente fue adaptar la novela de Von Harbou y la construcción de los sets.

En una entrevista, Lang señaló que era un mito los miles de extras que se dice tuvo el filme. En realidad había poco presupuesto, y como la época era de recesión económica, para la escena donde cientos de trabajadores calvos aparecen, se filmó a unos cuantos de ellos y luego se sobrepuso varias veces la toma para que pareciera que había muchos.

La actriz Brigitte Helm, quien interpretó a María y a María autómata, tuvo que usar el disfraz de robot por exigencia de Lang. El traje era pesado y muy incómodo, tanto así que por falta de aire Helm se desmayó en la escena de la transformación. Sin embargo, el actor Rudolf Klein-Rogge, quien interpretó a Rotwang, cuenta que a manera de broma, la gente del staff metía monedas por una ranura del traje de robot. La actriz tomó esto con muy buen humor y compró golosinas con las monedas recaudadas.

El mismo Klein-Rogge tuvo que sufrir la mano de metal que tenía su personaje; cuenta que el guantelete de metal le apretaba la mano de manera muy dolorosa. Hay muchas leyendas más sobre el nivel de exigencia que imponía Fritz Lang en el set. Se dice que la escena de la inundación afectó severamente la salud de muchos de los actores, pues el agua se mantenía a niveles muy fríos. Asimismo, no había presupuesto para dobles y los actores tenían que realizar escenas muy difíciles.

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El legado de Metrópolis

Lo cierto es que Lang no disfrutó el resultado final del filme, que para colmo resultó ser favorito de Adolf Hitler y de Joseph Goebbels. Esto, y el hecho de que su esposa Thea von Harbou sí apoyaba al Partido Nazi, dio como resultado la partida de Lang de Alemania hacia Estados Unidos, donde siguió haciendo filmes.

Pero la cinta Metrópolis no sólo estableció las bases de la ciencia ficción en el cine; se convirtió también en gran influencia para muchos cineastas. Por ejemplo, es imposible no darse cuenta de que el Frankenstein de James Whale tiene una gran deuda con la escena de la creación de María autómata.

Metrópolis introdujo a los robots en el cine (C-3PO está inspirado en María Robot); el cliché del científico loco en su laboratorio; los efectos especiales, aunque los del filme hayan sido muy rudimentarios y prácticamente improvisados; los temas futuristas; pero también está el legado de utilizar el lenguaje cinematográfico para hacer observaciones muy puntillosas de hacia dónde se dirige la humanidad con su civilización.

Metrópolis

Artículo: Revista Muy Interesante México 2018

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