Lo creo, no lo creo…

Jessup no sabía qué creer. A lo mejor ese Allende era un chiflado, o quizá no lo era. En una carta le pidió pruebas que refrendaran su increíble historia. El 25 de mayo Jessup recibió respuesta: Allende se convirtió en Carl M. Allen, no era capaz de recordar las fechas exactas ni tampoco nombre alguno… Jessup lo tuvo claro y abandonó el asunto.

Pero en la primavera de 1957, la Oficina de Investigación Naval en Washington le llamó para celebrar una reunión. Allí un oficial le entregó una copia en rústica de su libro que alguien había enviado por correo de forma anónima. Jessup no entendía de qué iba todo eso hasta que abrió el libro: había una serie de anotaciones en los márgenes del texto realizadas por tres personas diferentes en tres tonos diferente de azul, y que fueron bautizadas como «Sr. A.», «Sr. B.» y «Jemi» (pues así se autotitulaba). Jessup reconoció de inmediato la letra del Sr. A con su extraña ortografía; era la de su misterioso corresponsal Carlos Allende (doce años después, Allen diría que fue el autor de todas las anotaciones para «asustar a Jessup»).

Dos miembros de la Oficina de Investigación Naval se interesaron por el caso y en su tiempo libre se dedicaron a investigar toda esta historia. Incluso viajaron a Pensilvania para localizar el apartado de correos desde donde le llegó la carta a Jessup, pero lo único que encontraron fue un solar vacío.

Jessup siguió su camino en el mundo de la ufología, pero sin éxito. Sus libros no se vendían, su editor dejó de interesarse por sus manuscritos y una serie de reveses personales llevaron a Jessup al suicidio el 20 de abril de 1959. Bastantes años más tarde, en 1979, entraron en acción William Moore y Charles Berlitz publicando El experimento Filadelfia: proyecto invisibilidad. Su estrategia fue rescatar, actualizar y engordar una historia antigua, archivada y olvidada como absolutamente increíble. Una táctica que al año siguiente volverían a usar con el que sería su gran best-seller, El incidente, sobre el supuesto platillo volante estrellado en Roswell.

Mirá También:  No hay signos de vida en Venus

El experimento Filadelfia es un ejemplo claro de leyenda conspiranoica. La prueba de que no sucedió es que no hay la más mínima prueba. El diario de guerra del barco demuestra que estuvo en Nueva York, Long Island, Norfolk, Casablanca, pero nunca en Filadelfia. Quizá por eso el experimento fue un gran éxito: nadie lo vio porque nunca estuvo. Cuando en 1999 se reunieron en Atlantic City los veteranos del Eldridge, las risas se escucharon en manzanas a la redonda.

Ya lo dice el escritor Terry Prachett: la verdad está ahí fuera, pero las mentiras están en tu cabeza.

Deja un comentario

You May Also Like

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *