¿Es Voynich un galimatías o un texto con sentido?

Este era el estado de cosas en 2013, cuando el físico teórico de la Universidad de Manchester Marcelo Montemurro publicó en la revista Plos One que el manuscrito ocultaba un verdadero mensaje. Dijo haber encontrado estructuras lingüísticas que parecían corresponderse a palabras con significado. Todo esto relanzó el interés por el manuscrito y volvieron a aparecer artículos de investigadores afirmando haberlo descifrado o, cuando menos, haber encontrado qué lengua se oculta detrás del ‘voychinés’.

En 2014 Stephen Bax, un profesor de lingüística aplicada de la Universidad de Bedfordshire, aseguró haber decodificado diez palabras y afirmó que el manuscrito era un tratado sobre la naturaleza escrito en una lengua de Oriente Próximo. También dijo que había encontrado paralelismos con el alfabeto eslavo glagolítico (el más antiguo de los alfabetos eslavos que se conocen) y con el rongorongo, el misterioso e indescifrado sistema de escritura de la isla de Pascua. Por desgracia la muerte de Bax en 2017 dejó está línea de trabajo en una vía muerta. Ese mismo año un guionista de televisión llamado Nicholas Gibbs afirmó haber descubierto que el manuscrito usaba una forma abreviada del latín y que era una guía sobre la salud de la mujer. No convenció a nadie.

También en 2017 Greg Kondrak, lingüista en la Universidad de Alberta (Canadá), y su estudiante graduado Bradley Hauer, utilizaron la lingüística computacional en un intento de decodificar el manuscrito. Llegaron a la conclusión de que el idioma del manuscrito es, probablemente, hebreo codificado usando alfagramas, anagramas ordenados alfabéticamente. En 2018, Ahmet Ardiç, un ingeniero eléctrico con una gran pasión por las viejas lenguas turcas, afirmó que la escritura Voynich es una especie de turco antiguo escrito en un estilo ‘poético’. Y en 2019, la revista Romance Studies publicó un artículo de Gerard Cheshire, profesor ayudante de biología de la Universidad de Bristol, en el que decía haber descifrado el manuscrito en tan solo dos semanas utilizando una combinación de «pensamiento lateral e ingenio». Sugirió que era un compendio de remedios de hierbas, baños terapéuticos y lecturas astrológicas destinados a la salud femenina. Y lo más llamativo, dio con el autor o más bien, autoras: unas monjas dominicas, que lo compilaron para María de Castilla, reina de Aragón. Lo que no dejó claro es porqué oscuro motivo una monjas iban a cifrar de una forma tan compleja un tratado de salud femenina destinado a una reina.

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Lo único cierto es que todavía hoy, en pleno siglo XXI y a pesar de toda esta retahíla de “soluciones”, seguimos sin saber ni quién, ni cómo, ni porqué alguien dedicó gran parte de su vida a crear un manuscrito bellamente ilustrado que nadie pudiera leer.

 

Referencias

Goldstone, L.; Goldstone, N. (2005). The Friar and the Cipher: Roger Bacon and the Unsolved Mystery of the Most Unusual Manuscript in the World. New York, NY: Doubleday

D’Imperio, M. E. (1978). The Voynich Manuscript: An Elegant Enigma. National Security Agency

 

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