Esbozo del ecosistema de Yellowstone

El parque nacional presenta hasta 1700 especies de plantas nativas, de las que destacan los bosques de coníferas, que ocupan el 80 % de la superficie del parque. De las ocho especies que conforman estos bosques, la más representativa es el pino lodgepole (Pinus contorta). También tiene una gran importancia el río Yellowstone, que atraviesa el parque, con su vegetación de ribera, refugio de gran cantidad de criaturas.

Entre los animales que habitan el parque hay 285 especies de aves, incluyendo acuáticas y rapaces, y 67 especies de mamíferos, entre las que destacan grandes ungulados, como el bisonte, el ciervo canadiense y el alce; el castor y la nutria habitando el río; conejos, liebres, ardillas y marmotas en las riberas; pequeños depredadores, como el carcayú, la comadreja, el zorro, el coyote o el tejón; felinos, como el lince canadiense, el lince rojo y el puma; y los más representativos e icónicos del parque: el oso grizzly, el oso negro y el lobo gris.

La pérdida del lobo de Yellowstone

El lobo gris es, tal vez, la especie más importante en el ecosistema de Yellowstone, y resulta doloroso el cómo se llegó a esta conclusión. En el año 1914, en un intento desafortunado de proteger las poblaciones de alces en Yellowstone, se declaró que los lobos, así como muchos otros depredadores, eran animales indeseables y se asignaron generosas cuantías de fondos públicos para su erradicación. La última manada de lobos del parque fue exterminada en 1926. El exterminio de una especie nativa, completamente integrada en el ecosistema, causó lo que se denominó un efecto en cascada trófica de tal magnitud, que pasó a los libros de historia.

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La total ausencia de lobos, principales depredadores de alces y ciervos, provocó el aumento exagerado de la población de estos. En poco tiempo, los grandes ungulados se convirtieron en una auténtica plaga en el parque, mientras se iba perdiendo una cantidad importante de biodiversidad vegetal por la sobreexplotación de estos herbívoros. Los álamos, los sauces y otras formas de vegetación de ribera quedaron reducidos prácticamente a niveles insignificantes.

Sin esos bosques, las aves desaparecieron, y los castores, que necesitaban la madera para construir sus refugios, emigraron a otros lugares. Desaparecidos los castores y sus presas, las nutrias perdieron su hábitat, el río se salió de su cauce desdibujando el paisaje.

Por otro lado, sin los grandes depredadores controlando la población de coyotes, esta se disparó, causando estragos en las poblaciones de pequeños mamíferos, que ya no podían esconderse en la vegetación s, y desplazando por competencia a comadrejas, zorros y águilas.

La primera solución que se planteó en Yellowstone fue el control cinegético de los grandes ungulados. En la década de los 60, partidas de cazadores acudían e a cazar para reducir el número de ciervos y alces. En 1969 se detuvo la caza, confiando en que, de ahí en adelante, la población de grandes herbívoros se regulase por sí sola. Pero nada más lejos de la realidad. En pocos años la superpoblación volvió a ser un problema ecológico.

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