Mucho hemos fantaseado en las últimas décadas acerca de desextinguir especies del pasado. Y en concreto, dinosaurios. Desde la publicación de la novela Parque Jurásico de Michael Crichton, en la que se clonaban estos animales a partir de ADN extraído de ámbar, no hemos dejado de soñar con devolver la vida a especies extintas. Pero más allá de las novelas y sus adaptaciones cinematográficas, ¿es esto viable? ¿Cómo de realista es?

¿Podríamos extraer ADN de dinosaurio como se plantea en Parque Jurásico? Sus científicos logran clonar dinosaurios usando su ADN, conservado en el interior de mosquitos que se habían alimentado de la sangre de dinosaurios, y luego habían quedado atrapados resina, que con el paso de millones de años, había fosilizado en ámbar. ¿Es esto una posibilidad real?

Cuando la corteza de un árbol resulta dañada se produce la salida de la resina, que al contacto con el aire, se endurece. Se trata de una sustancia pegajosa que, al fluir por los troncos o las ramas, puede atrapar hojas, flores, granos de polen, esporas, invertebrados e incluso pequeños vertebrados. Y si esta resina queda enterrada, puede llegar a fosilizar. Y los fósiles conservados en ámbar son una maravilla, tanto para nuestros ojos, como para los paleontólogos y paleontólogas que los estudian. Sin embargo, pese a que pueda parecer que estos pequeños animalillos, y en especial los insectos, están perfectamente conservados, sólo lo está su superficie. La mayor parte de su materia orgánica ha desaparecido, y lo que quede de ella, habrá fosilizado como la resina que lo envuelve. Eso sí, este tipo de conservación nos permite estudiar la anatomía externa de los insectos atrapados en ámbar como si fuesen actuales.

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¿Existen mosquitos atrapados en ámbar? ¿Y que sean tan antiguos? Pues lo cierto es que los mosquitos más antiguos que se conocen datan del Cretácico Superior. Hasta ahora, se han descrito tres especies de mosquitos del Cretácico. Dos de ellos, Burmaculex antiquus y Priscoculex burmanicus, han sido encontrados en el ámbar birmano de Myanmar, que data del primer piso del Cretácico Superior, que llamamos Cenomaniense, y que tendría una antigüedad de hace alrededor de 99 millones de años. Este ámbar ha revelado verdaderos tesoros paleontológicos, pero es polémico, ya que se extrae de una zona políticamente inestable, y la compra de este ámbar alimenta la guerra civil de esta zona. Tan grande es este problema, que hasta las sociedades paleontológicas se han pronunciado en contra de la adquisición y estudio de los ejemplares extraídos de estos yacimientos. El otro mosquito cretácico conocido es Paleoculicis minutus y se ha encontrado en ámbar procedente de Alberta, Canadá, procedente del piso Campaniense, hace alrededor de 79 millones de años (de nuevo en el Cretácico Superior).

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