Sería un error que apareciera una planta con cerebro pues han evolucionado con la presión ambiental de ser alimento, y por eso puedes comerte el 90% de una, que no morirá. Y es aquí donde entra la arriesgada hipótesis de Mancuso: “Tienes que imaginar que imaginar una planta es como un cerebro enorme. Quizás no tan eficiente como en el caso de los animales, pero se encuentra difundido por todas partes”.

Para este investigador es un error pensar que las plantas son la clara definición de un estado vegetativo: nada comunicativas e insensibles a lo que las rodea. Para Mancuso las plantas son incluso mucho más sensibles que los animales. Lejos de ser silenciosas y pasivas, las plantas son sociales y comunicativas: son expertas en detectar campos electromagnéticos sutiles generados por otras formas de vida; utilizan productos químicos y aromas para advertirse mutuamente del peligro, disuadir a los depredadores y atraer insectos polinizadores. Cuando las orugas empiezan a devorar el maíz, la planta emite una señal de angustia química que atrae a las avispas que se alimentan de ellas. Y también responden al sonido: son “extremadamente buenas para detectar tipos específicos de sonidos, por ejemplo, a 200 o 300 Hz… porque buscan el sonido del agua corriente», añade. Si pones una fuente de sonido de 200 Hz, añade Mancuso, cerca de las raíces de una planta, la seguirán.

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