Pero la segunda intentona tuvo un calibre significativamente distinto. Varios nobles europeos, sobre todo franceses y del Sacro Imperio Germánico Romano, además de la ayuda ofrecida por el emperador bizantino, plantaron un ejército de gran calado frente a Nicea en mayo de 1097. Los turcos quisieron vencer de la misma manera y cometieron el error de luchar al pie de las murallas en un enfrentamiento directo en el que sufrieron una dura derrota. Godofredo de Bouillón y Bohemundo de Tarento fueron dos de los nobles destacados que participaron en la contienda. Derrotados los turcos los cruzados mantuvieron un asedio sobre Nicea durante más de un mes, en el que las máquinas de asedio y las cabezas de soldados turcos tuvieron el protagonismo. No solo fueron arrojadas a Nicea, sino que:

“Mil de estas cabezas fueron enviadas al emperador [bizantino], un presente que ganó su favor de todo corazón”.

El 19 de junio de 1097, los turcos se rindieron y Nicea regresó a manos bizantinas. Fue el primer paso hacia la conquista de Jerusalén.

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