Nuestras limitaciones siempre han determinado nuestras vidas. También las de nuestros ancestros más remotos, en la última edad de hielo. Dado que no teníamos ni la fuerza ni la velocidad para cazar grandes presas, ni tampoco dientes afilados o garras para desgarrar la carne, fabricamos jabalinas, cuchillos de sílex y rascadores. Tampoco teníamos pieles gruesas, pero tomamos las de otros animales. Conforme el hielo se fue retirando, fuimos disponiendo de mejores medios para aumentar nuestra supervivencia y confort, como por ejemplo casas de piedra, arados y vehículos con ruedas. Todos estos avances permitieron la existencia de pequeños oasis de civilización en medio de una naturaleza salvaje que parecía no tener fin.

La idea de que la grandeza del mundo natural empequeñece a la humanidad y sus avances ha sido siempre muy persistente. De hecho, alcanza nuestra época, cuando se ha traducido en la preocupación sobre el hecho de que la acción humana está provocando fenómenos como el cambio climático o la extinción de especies. ¿Cómo ha podido producirse algo así, si nosotros somos tan pequeños y la naturaleza tan grande?

Un nuevo estudio publicado en la revista Nature por un equipo de investigadores del Instituto Weizman de Israel le da un vuelco a esta visión. El conjunto de lo construido por el hombre (y es algo que se cumple precisamente en este año espeluznante) posee ya la misma masa que todos los organismos vivos del planeta. El empuje del hombre no deja de incrementarse, mientras que el de la naturaleza sigue menguando. El escenario de ciencia ficción de un planeta sometido a la ingeniería ya está aquí.

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Parece un cálculo simple, aunque en la práctica es endiabladamente complejo. Pero este equipo tiene experiencia en la tarea de enfrentarse a retos imposibles. Hace un par de años se entrenaron completando la primera parte del cálculo, la masa de todos los organismos vivos del planeta, incluyendo la de los peces del mar, la de los microbios del subsuelo, la de los árboles de la tierra, la de los pájaros del cielo y mucho más. En este momento la biosfera de nuestro planeta tiene un peso de algo menos de 1,2 billones de toneladas (hablamos de masa seca, sin contar el agua), y de ella lo que más pesa son los árboles. De hecho, antes de que el ser humano iniciara la deforestación del planeta, el peso de los árboles era aproximadamente el doble (y en este momento sigue reduciéndose).

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