Los escorpiones o alacranes son un orden de artrópodos arácnidos muy antiguo, de hecho, llevan en la Tierra unos 435 millones de años. Algunos de los ancestros de los escorpiones modernos podían llegar a medir hasta 1,2 metros. Actualmente cuentan con casi 2000 especies vivas, de las que aún se van añadiendo nuevos descubrimientos. 

Son unos verdaderos supervivientes, capaces de habitar prácticamente en cualquier zona que tenga un clima tropical o templado, desde desiertos extremos hasta selvas lluviosas. Sus ocho patas, capaces de mantenerlos colgarlos bocabajo; sus dos pinzas prensiles, para atrapar a sus presas; junto a un aguijón venenoso, para inmovilizarlas sin problema, los convierten en verdaderos superhéroes.

Pero sin duda, el poder más llamativo de la mayoría de escorpiones es su capacidad de brillar con un color azul-verde bajo la luz ultravioleta (UV), es decir, son fluorescentes. Este hecho fue descubierto independientemente por los zoólogos R. F. Lawrence y M. Pavan, en 1954. Algo que significó un cambio de paradigma en el estudio de estos animales, ya que a partir de entonces fue mucho más fácil localizarlos de noche con lámparas de luz negra.

Pero, ¿a qué se debe tal capacidad? Resulta que, solo en los ejemplares adultos, a medida que va aumentando la dureza de su cutícula, una especie de capa protectora, se segregan y acumulan en el exoesqueleto dos compuestos fluorescentes: los químicos β-carbolina y 7-hidroxi-4-metilcumarina, que brillan bajo la luz UV incluso después de la muerte del escorpión.

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