Intercambio y movimiento del carbono

El carbono se mueve través de diferentes mecanismos. Por ejemplo, en la cadena alimentaria las plantas mueven el carbono de la atmósfera a la biosfera a través de la fotosíntesis. Utilizan la energía del sol para combinar el dióxido de carbono con el hidrógeno y el oxígeno del agua para crear moléculas de azúcar. Los animales que se comen estas plantas digieren las moléculas de azúcar para obtener energía en sus cuerpos. Asimismo, la respiración, los excrementos y la descomposición de las heces liberan el carbono de nuevo a la atmosfera o al suelo, continuando de esta forma el ciclo.

El océano también es imprescindible en el movimiento del carbono, ya que contiene unas 50 veces más carbono que la atmósfera. El intercambio de carbono bidireccional puede ocurrir entre las aguas más superficiales del océano y la atmósfera. No obstante, este suele almacenarse durante siglos en las profundidades del océano.

Por otro lado, las rocas y los combustibles fósiles (como el carbón y el petróleo) contienen carbono de plantas y animales que vivieron hace millones de años. Cuando estos organismos murieron, diversos procesos geológicos atraparon su carbono y lo transformaron en carbono. Además, procesos como la erosión liberan este carbono muy lentamente, mientras que la actividad volcánica suele liberarlo de una manera rápida.

Asimismo, la quema de combustibles fósiles (que provocan los coches y las plantas de energía, entre otros) también provoca que el carbono llegue rápidamente a la atmósfera.

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