En los últimos meses, se ha popularizado esta palabra, macrogranja, y muchos no se ponen del todo de acuerdo con lo que engloba este término. En general, se consideran bajo ese nombre aquellas explotaciones ganaderas intensivas que presentan una enorme densidad de población, alojadas en naves industriales y cuyos animales están alimentados empleando piensos. Se opone a la ganadería extensiva, donde los animales salen al campo y pastan con relativa libertad. No obstante, no es algo que esté definido formalmente, y existen algunos tipos de explotación ganadera que puede entrar en una especie de zona gris, un punto intermedio entre lo que comúnmente se considera macrogranja. Pero, en favor de la comprensión, vamos a quedarnos con esa definición a falta de una mejor.

El papel de estas grandes explotaciones está actualmente en el foco político. Por un lado, en España tenemos más de 47 millones de bocas que alimentar; por otro lado, la carne y los productos que se obtienen de este tipo de explotaciones tiende a ser, aunque baratos, también de peor calidad. Existe también un debate ético sobre el estado en el que se encuentran los animales que se mantienen en ellas. Pero en el artículo de hoy nos vamos a centrar en los impactos medioambientales, entre los que se incluye la sobreexplotación del agua, de la tierra y de los recursos energéticos.

Estos impactos se hacen mucho más significativos en entornos áridos, como puede ser las zonas de Alicante, Murcia, Almería o la comarca de los Monegros. Lugares donde, irónicamente, se concentra una importante proporción de explotaciones ganaderas intensivas. Este tipo de granjas requiere de grandes cantidades de agua para abastecer a los animales y mantener una higiene adecuada de las instalaciones. Para ello, con frecuencia se demandan trasvases desde otras cuencas —con el enorme impacto que este tipo de acciones generan en los ecosistemas—. Además, en estas zonas es muy difícil cultivar la materia prima con la que producir el pienso, por lo que normalmente necesita ser transportado desde otros sitios.

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Entre los daños de los que más se ha hablado se encuentra la emisión de gases de efecto invernadero, que representan, al fin y al cabo, uno de los motores que activa el cambio global antropogénico en el que nos encontramos. En parte, estos gases son producidos por los propios animales durante la digestión de los piensos, sobre todo en el ganado vacuno —y que parece que podría mitigarse parcialmente si se mejorase la dieta de los animales—. Por otro lado, también son generados por el propio sistema que exige el transporte de grandes cantidades de materiales, el mantenimiento de las instalaciones y que tiene como consecuencia la producción de enormes volúmenes de residuos, llamados purines, en cuya descomposición se libera metano, dióxido de carbono y otros gases.

Hay países en los que se han llegado a realizar evaluaciones estimativas del coste económico derivado de las emisiones de gases de efecto invernadero que causan las explotaciones intensivas, en este caso, de ganado vacuno lechero. Si de nuevo nos centramos en entornos áridos, los costes ambientales se estiman en hasta 160 € por cada mil litros de leche producida. Esto representa hasta el 45 % del precio medio de la leche en origen en España

Otro impacto muy relevante relacionado también con esos purines es la contaminación de la tierra y de los acuíferos. Es habitual que los desechos generados por estas explotaciones se almacenen en grandes balsas y se terminen empleando en la agricultura intensiva. Al acumularse en el suelo, terminan infiltrándose al subsuelo con el agua, contaminándolos ambos, y depositándose en las desembocaduras. Estos daños tienen consecuencias muy evidentes en algunas regiones de España, como las que desde hace años se llevan acumulando en el Mar Menor

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Estos impactos podrían llegar a mitigarse si se combinasen esfuerzos. Se podría tratar de mejorar genéticamente los animales, mantener un sistema de producción de piensos que sea más local y que incluya forrajes y granos menos procesados, promover una mejor gestión de los residuos, o disponer las explotaciones en regiones donde el agua no sea un factor limitante.

Sin embargo, si el fin es un mantenimiento más sostenible tanto a nivel ecológico como social, las estrategias óptimas implican una toma de decisiones bastante más drásticas.

 

Referencias
Delgado, A. (2022) El mapa de los 1.372 municipios donde se concentran las macrogranjas en España, DATADISTA. Available at: https://www.datadista.com/medioambiente/el-mapa-de-los-municipios-con-mas-macrogranjas-en-espana/ (Accessed: 20 January 2022).

Maté, V. (2022) El precio de la leche remonta tras permanecer congelado durante años, El País. Available at: https://elpais.com/economia/2022-01-05/el-precio-de-la-leche-remonta-tras-permanecer-congelado-durante-anos.html (Accessed: 20 January 2022).

Navarrete-Molina, C. et al. (2019) ‘Economic evaluation of the environmental impact of a dairy cattle intensive production cluster under arid lands conditions’, Animal, 13(10), pp. 2379–2387. doi:10.1017/S175173111900048X.

Quintero-Herrera, S. et al. (2021) ‘The use of broccoli agro-industrial waste in dairy cattle diet for environmental mitigation’, Cleaner Environmental Systems, 2, p. 100035. doi:10.1016/j.cesys.2021.100035.

Velasco, J. et al. (2005) ‘Nutrient and Particulate Inputs into the Mar Menor Lagoon (se Spain) from an Intensive Agricultural Watershed’.

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