La interacción entre la dermis y la epidermis es la que, inicialmente, produce el apéndice; además, para que suceda la formación de una estructura plumífera, ambas, la dermis como señalizadora y la epidermis como receptora, deben actuar de forma coordinada. Por ese motivo, en aquellos experimentos iniciales, cuando la dermis de la pata era implantada bajo la epidermis –que normalmente produciría plumas–, generaba escamas.

Pero además, la diferenciación de los tejidos no está sincronizada con la formación de los órganos, causando en algunos casos plumas intermedias, incompletas o inmaduras. La formación exitosa de las plumas requiere, por tanto, de la integración y la coordinación de estos cinco factores. 

Y cuando estos se sincronizan, cuando se dispone de la combinación integradora de los cinco morforreguladores, y están presentes los genes necesarios, el animal produce plumas completas, ya sea un ave o un caimán.

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