Una botella en el océano cósmico

El principal responsable de este curioso proyecto fue el conocido Carl Sagan. Este astrofísico estadounidense editó la grabación de un disco donde los extraterrestres podrán escuchar saludos en 55 lenguas humanas, una muestra del lenguaje de las ballenas, el llanto de un bebé, un beso, el registro sonoro de un electroencefalograma con las meditaciones de una mujer enamorada y 90 minutos de música: mariachis, flautas sikus peruanas, raga hindú, un canto nocturno de los indios navajo, un canto de iniciación de una mujer pigmea, una pieza shakuihachi japonesa, así como música de Bach, Beethoven, Mozart, Stravinsky, Louis Armstrong y Chuck Berry, que interpreta su célebre Johnny B. Goode. Eso siempre y cuando los extraterrestres sepan interpretar las instrucciones necesarias para montar el tocadiscos y poner el disco. Porue fáciles, lo que se dice fáciles de entender, no lo son. Con todo si una hipotética nave captura algún de las sondas y los extraterrestres consiguen escuchar el disco, a lo mejor nos contestan como insinuaron en el programa Saturday Night Live: “por favor, envíen más ‘Johnny B. Goode’”.

Pero quizá lo más irónico de todo sea el mensaje de paz de la humanidad dirigido a esas supuestas avanzadas civilizaciones extraterrestres. Fue grabado por el entonces Secretario General de las Naciones Unidas, Kurt Waldheim. Irónicamente, el 27 de abril de 1987, el Departamento de Justicia y el Departamento de Estado de los Estados Unidos anunciaron que una investigación realizada por la Oficina de Investigaciones Especiales demostraba que Waldheim había participado en la transferencia de prisioneros civiles a las SS para explotarlos como mano de obra esclava, en la deportación masiva de civiles y judíos de las islas griegas y de la ciudad de Banja Luka (Yugoslavia) a campos de concentración y exterminio, en la difusión de propaganda antisemita, en la tortura y ejecución de prisioneros de guerra aliados y en las ejecuciones en represalia de rehenes y civiles.

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Para entonces ya era demasiado tarde para hacer volver a las Voyager a casa…

Referencia:

Ferris, T. (2017) «How the Voyager Golden Record Was Made». The New Yorker, 20 de agosto

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