Vida tras la catástrofe

La intensa radiación ionizante causó daños generalizados en el ADN de los seres vivos expuestos a ella y, con ello, la biodiversidad se vio mermada. Sin embargo, no  todos los seres vivos sufrieron consecuencias negativas. Ciertas poblaciones se han recuperado del desastre, y existen signos de adaptación a la radiación. El debate científico sobre los efectos a largo plazo de la exposición a niveles moderados de radiación ionizante continúa.

En las comunidades de microorganismos, no se observan cambios en la diversidad de bacterias entre zonas con altos y bajos niveles de radiación. Sin embargo, la composición de especies sí cambia. Se han encontrado bacterias y arqueas resistentes a la radiación en la zona de exclusión, que están poco o nada representadas en las zonas más limpias. Destacan algunas especies capaces de reducir el uranio.

Las plantas: supervivientes adaptables

Las plantas fueron las que más cantidad de lluvia radiactiva retuvieron desde el principio; entre el 60 y el 90% de los isótopos radiactivos fueron inicialmente interceptados por el denso dosel de pinos. Los primeros signos de lesión fue el amarillamiento y la muerte de las acículas, que comenzó a las dos semanas del accidente. Como acabaron cayendo al suelo, la mayor parte de los isótopos migró a la hojarasca en menos de dos meses, y allí quedó acumulada durante 7 años.

Se observaron cuatro zonas de vegetación afectadas de distinta forma. Por un lado, la radiación fue letal en una extensión de 600 hectáreas. En un área de 3800 hectáreas hubo una mortandad parcial —entre la mitad y tres cuartos de los árboles se secaron—, y los que se mantuvieron vivos dejaron de crecer y reproducirse durante más de 5 años. Una tercera zona de 11 900 hectáreas sufrió un daño moderado, con cese del crecimiento y esterilidad femenina parcial. La zona que menos daño sufrió cubría el resto del bosque de la zona de exclusión, y aunque también hubo inhibición del crecimiento, se observó que la reproducción continuaba.

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Las plantas herbáceas, por su parte, recibieron menos radiación y de forma más paulatina, lo que les permitió adaptarse a la radiación. Aún así, durante el primer año, la floración y la reproducción quedaron severamente afectadas.

En general, hubo una mayor tasa de mutaciones en la cubierta vegetal, que causaron deformidades en el crecimiento. Se observaron ramificaciones de tallos, duplicaciones de racimos, cambios en el color y el tamaño de las hojas y flores, y gigantismo.

Animales: mutación o extinción

Entre los animales también fueron abundantes las mutaciones. Muchas provocaron su muerte y graves daños en sus poblaciones. Pero la vida se abre camino, y una perturbación puede suponer nuevas puertas al proceso evolutivo.

En algunas poblaciones de ranas supervivientes se ha encontrado una historia evolutiva reciente independiente en comparación con otras poblaciones europeas. En estas ranas se ha observado una elevada tasa de mutación mitocondrial. Se piensa que pudieron compensar el impacto de las mutaciones nocivas gracias a que contaban con enormes nidadas repletas de huevos. La presión selectiva actuaría con fuerza sobre ellas, de ahí que las poblaciones tengan pocos individuos muy mutados.

También en las aves se han observado mutaciones. En la golondrina común se han detectado casos de albinismo parcial y asimetría en las plumas. Estas mutaciones, muy raras en la naturaleza, se han multiplicado por cinco en el área de exclusión.

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