La polilla del abedul es un insecto que se camufla de forma muy eficiente cuando se posa en el tronco de los árboles. Su coloración, blanca con manchas oscuras, es muy parecida a la corteza del abedul, de modo que, en reposo, resulta muy difícil de observar.

Pero si en algo ha demostrado ser bueno el ser humano, es en alterar el medio. Cuando comenzó la Revolución Industrial, toneladas de cenizas y hollín eran liberadas a la atmósfera como consecuencia de la quema de carbón. Ese polvo terminaba depositado sobre todas las superficies, incluyendo los troncos de los árboles. Los abedules, antaño blancos, se tiñeron de negro tizón y las polillas, que antes se camuflaban de manera excepcional, ahora se convirtieron en blanco perfecto para los depredadores, sobre todo las aves.

Sin embargo, algunas polillas conseguían esconderse con éxito en los troncos tiznados: eran negras en lugar de blancas. En poco tiempo, la mayor parte de la población de polillas era de coloración negra. A la coloración oscura causada por acumulación de melanina se denomina melanismo, y a este caso concreto se le denominó melanismo industrial.

En el año 1958, el biólogo evolutivo Henry Bernard D. Kettlewell confirmó experimentalmente la hipótesis de Haldane: el motor principal para el melanismo industrial en la polilla del abedul fue la presión selectiva, concretamente la presión que causaban las aves depredadoras sobre las polillas. ¿Pero se trataba de una simple aclimatación o realmente de un caso de evolución biológica?

Aclimatación versus adaptación

El concepto de evolución biológica hace referencia a cambios heredables acumulados en una población debido a la presión selectiva

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Sin duda, lo sucedido en la población de polillas se debía a una presión selectiva, pero para considerarlo ‘cambio evolutivo’ era necesario comprobar que los cambios fuesen heredables. Los cambios evolutivos acumulados que proporcionan ventajas a la población se denominan adaptaciones.

La alternativa a una explicación evolutiva es que se trate de una aclimatación. Las aclimataciones son modificaciones fisiológicas que suceden en un organismo, en respuesta a cambios en el medio ambiente. Las aclimataciones no son rasgos heredables.

Uno de los mejores ejemplos de aclimatación es el de la altura de las coles. Cuando una col crece en un suelo permeable, cuya superficie se mantiene relativamente seca, el tallo crece corto y ancho, y sus hojas crecen muy juntas. Pero si se desarrolla en un suelo muy húmedo, las hojas inferiores tienden a pudrirse, lo que induce en la planta un crecimiento del tallo, que se hace más largo y fino; sus hojas quedan, así, separadas entre sí a lo largo del tallo. Si tomas una semilla de una col de tallo largo y la plantas en un suelo seco, obtendrás una col de tallo corto, y viceversa. La longitud de las coles es, por tanto, una aclimatación no heredable.

¿Cuál es el caso del melanismo industrial de las polillas del abedul? ¿Es el hollín en el ambiente el que, de algún modo, hace que las polillas se vuelvan negras, aclimatándose al nuevo entorno? ¿O realmente hay un rasgo genético que confiere a las polillas ese melanismo? ¿Se trata de una aclimatación o de una adaptación evolutiva?

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