En la atmósfera de Titán, dominada por el nitrógeno, se observa una frenética actividad química producida tanto por la radiación ultravioleta del Sol como, sobretodo, por la lluvia de partículas altamente energéticas que se aceleran al entrar en el potente campo magnético de Saturno. Este bombardeo continuo provoca la aparición de radicales libres -fragmentos de moléculas con electrones libres- que acaban uniéndose entre sí para formar moléculas más complejas. La sonda Cassini detectó propileno (el segundo compuesto más utilizado en la industria química en todo el mundo), el venenoso cianuro de hidrógeno (más conocido como ácido prúsico, que huele a almendras amargas) y acetileno, un hidrocarburo muy energético que está compuesto por dos carbonos unidos entre sí mediante un triple enlace y cada uno de ellos, además, con un hidrógeno. En la atmósfera el acetileno forma pequeñas partículas sólidas que acaban depositándose en la superficie.

Y si en la Tierra este compuesto debe manejarse con cuidado exquisito por ser muy explosivo, en la gélida superficie de Titán, donde todas las reacciones químicas se suceden a un ritmo insoportablemente lento, el acetileno es el compuesto ideal para promover la aparición de moléculas orgánicas más complejas. Algunos de estos compuestos, creados a partir del metano y el nitrógeno, hacen que Titán se vea cubierto por un peculiar smog, una calima de color naranja que oculta su superficie. Mientras, los hidrocarburos más pesados se depositan en el suelo, desempeñando el papel de la “arena” en los campos de dunas ecuatoriales. El metano, por su parte, condensa en la atmósfera formando nubes, que acaban desatando tormentas.

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¿Pero de dónde viene todo ese metano? Nadie lo sabe. ¿Por qué todavía hay grandes cantidades de metano en la atmósfera? La luz del Sol rompe de manera continua las moléculas de este hidrocarburo, luego debe de existir un reservorio de este compuesto en alguna parte, si no ya habría desaparecido todo. ¿Dónde está? Este es otro de los grandes misterios de Titán.

De las mediciones gravimétricas llevadas a cabo por la sonda Cassini los planetólogos piensan que existe un océano de agua y amoniaco bajo su superficie, a una profundidad de entre 55 y 80 km. Con todo esto no es raro que los astrobiólogos hayan especulado sobre cómo podría ser la vida allí. Evidentemente sería totalmente diferente a la que conocemos, basada en una química a temperaturas muy bajas totalmente extraña y en unas condiciones absolutamente impensables. Y las implicaciones para nuestro conocimiento sobre cómo aparece y evoluciona la vida en el universo serían aún más impensables.

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