Del mismo modo, nada impide a los cambios que llamaríamos ‘microevolutivos’, con el paso del tiempo y la presión de la selección ambiental, convertirse en cambios ‘macroevolutivos’. La ‘macroevolución’ es, por lo tanto, la consecuencia de muchos cambios ‘microevolutivos’, acumulados en el tiempo, en una población o en una especie.

Sin embargo, quienes tratan de separar estas dos formas de medir el proceso evolutivo, que en realidad forman un continuo, lo hacen por un motivo muy concreto: el negacionismo del proceso evolutivo. Para los creacionistas es muy difícil defender la inexistencia de procesos evolutivos a pequeña escala, que entrarían en la definición de ‘microevolución’, puesto que pueden observarse a simple vista. En numerosos grupos de seres vivos suceden tan rápidamente que es posible analizar y verificar sus efectos sin dificultad. 

Sin embargo, negar la ‘macroevolución’ o cambios evolutivos a gran escala es mucho más sencillo; la mayoría de las pruebas de esta macroevolución son indirectas, ya sea como extrapolación de los cambios observables, como conclusiones de estudios genéticos que trazan la filogenia, el estudio de la anatomía comparada o del registro fósil. Pruebas más que válidas desde el punto de vista científico, pero que, curiosamente, los creacionistas niegan porque, según ellos, no es algo que pueda observarse directamente.

Mosquito Londres Culex 

‘Culex pipiens’

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