¿Somos capaces de entender un mensaje ET?

Esta devoción casi religiosa de físicos e ingenieros por una ciencia universal suele oler a cuerno quemado a filósofos de la ciencia, como le sucede a Nicholas Rescher. Cuando le preguntan sobre esta creencia la despacha como algo profundamente provinciano creer que existe un único mundo natural y una única ciencia que lo explica. Rescher considera que el universo es singular pero sujeto a muchas y muy diversas interpretaciones, e identifica tres condiciones que deben cumplirse para poder afirmar que la ciencia alienígena es funcionalmente equivalente a la nuestra. Primero, la formulación: sus matemáticas tienen que ser como las nuestras. Segundo, la orientación: deben estar interesados en el mismo tipo de problemas que nosotros. Y tercero, la conceptualización: deben tener la misma perspectiva cognitiva de la naturaleza que nosotros. Dicho de otra forma, la ciencia no es algo infuso, sino que está anclado en la forma en que percibimos el mundo, la herencia cultural, que determina lo que es interesante, y su nicho ecológico, que determina lo que es útil.

De ahí que incluso decir que una civilización extraterrestre es más avanzada que la nuestra es un error: para eso deben hacer un tipo de ciencia parecida a la nuestra. Rescher acepta que la ciencia produce un conocimiento único sobre la estructura de la realidad, pero niega que podamos equiparar la ciencia humana con una ciencia creada por seres radicalmente distintos. Los físicos Robert Rood y James Trefil lo han dejado meridianamente claro: “un libro de ciencias extraterrestre sería tan incomprensible para nosotros como el diagrama de la circuitería de una radio lo sería para un aborigen”.

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A pesar de todo, supongamos que somos capaces de determinar que lo que hemos detectado es una emisión proveniente de otra civilización. ¿Entenderíamos algo del mensaje? No hay una piedra Rossetta para la comunicación con ET y vista nuestra incapacidad para descifrar lenguajes -muy terrestres- como el lineal A, el jeroglífico cretense, el de la civilización del Indo o el rongorongo de la isla de Pascua, pensar que vamos a tener mejor suerte con un idioma alienígena es ser muy optimista: las cosas no son tan fáciles como se le plantean al arqueólogo Daniel Jackson en la serie de televisión Stargate. Por poner un ejemplo, algo tan simple como la velocidad a la que hablamos, a la que generamos la información. En el caso del lenguaje humano se sitúa entre el canto de un pájaro y el de una ballena ¿pero cómo será el de los alienígenas? Saber a qué velocidad se habla es fundamental para entender las estructuras gramaticales. ¿Cómo podremos descifrar un mensaje si ni tan siquiera sabemos a qué velocidad hablan?

Referencias:

Kershenbaum, A. (2021) The Zoologist’s Guide to the Galaxy, Penguin Books

Oberhaus, D. (2019) Extraterrestrial languages, MIT Press

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