Según datos obtenidos en las zonas de cría, durante las tres últimas generaciones, la reducción de la población de hembras reproductoras se estima en un 80 %, lo que resulta desastroso para la especie, y probablemente suponga un camino hacia la extinción. Determinadas políticas de protección y conservación, sobre todo las llevadas a cabo en el Caribe y en Cuba, han documentado un incremento local aunque significativo en las poblaciones que allí anidan, pero se trata de cambios de tendencia puntuales, que aún están lejos de significar un efecto positivo general.

Entre las tortugas marinas con una distribución más restringida está la tortuga lora (Lepidochelys kempii). Tan solo se conocen poblaciones reproductoras en las costas de Estados Unidos y en el Golfo de México. Aunque han sido observadas en las costas atlánticas de España, Portugal, Francia y las islas británicas, no parece que en este lado del charco lleguen a reproducirse, y seguramente solo se vean cuando están de paso. En peligro desde 1982, pasó a considerarse en peligro crítico en 1996, y actualmente su población se estima en 22 341 individuos, que no forman subpoblaciones. Observando censos previos, parece que su población no ha variado significativamente en los últimos años; sin embargo, los impactos que sufren, así como la baja población global, hacen de esta especie una de las tortugas más amenazadas.

La importancia de la investigación

Si hay alguna incógnita para la ciencia en lo que a tortugas marinas se refiere, es el caso de la tortuga plana (Natator depressus). En 1994 fue catalogada como vulnerable, pero, después de que la UICN cambiase sus criterios de evaluación — más estrictos y precisos–, los datos disponibles para catalogar esta especie no eran suficientes, y se quedó como parte integrante de la incómoda lista de datos deficientes.

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