Era el año 1981, y Pablo Escobar, archiconocido narcotraficante colombiano, introdujo en su Hacienda Nápoles cuatro hipopótamos, tres hembras y un macho, procedentes de un parque zoológico estadounidense, para su colección personal. 

El hipopótamo está considerado como el segundo animal más mortífero del continente africano, solo después del mosquito, y a pesar de ello, se califica como una especie vulnerable en su hábitat natural. Pero estos cuatro ejemplares ahí estaban, a miles de kilómetros de su hábitat natural, como atracción principal en tan estrambótica exposición, viviendo en el estanque. 

El hipopótamo: ingeniero del ecosistema

Los hipopótamos, en su hábitat natural, son ingenieros de ecosistemas, esto significa que, mediante sus actividades, cambian el aspecto del paisaje y, con ello, alteran las formas en las que los ecosistemas evolucionan. El ejemplo más clásico de ingeniero de ecosistemas es el castor, que tala árboles y crea presas, cambiando el cauce de los ríos. En los entornos en los que estos animales son nativos, puede que estos cambios sean esenciales para el mantenimiento del ecosistema. En el caso de los hipopótamos, un ejemplar adulto que pasta en las orillas y descansa en los ambientes acuáticos puede transportar hasta 750 kg de carbono y otros nutrientes desde tierra firme al humedal, a través de la defecación.

Es cierto que cuando se introduce una nueva especie en un ecosistema puede que no llegue a sobrevivir. O que sobreviva, pero no llegue a reproducirse. O incluso, que llegando a reproducirse y naturalizándose, no cause mayores problemas. Cuando todo eso queda atrás, y la especie introducida se expande, se adueña del ecosistema y lo altera, es cuando tenemos un problema y decimos que, en ese lugar, es una especie invasora. Es muy común que las especies invasoras generen impactos como la competencia con especies nativas, la transmisión de enfermedades o la interacción con otras especies invasoras.

Cuando una especie invasora es, además, ingeniera de ecosistemas, podemos esperar lo peor; los impactos que pueden causar este tipo de especies  son devastadores para la biodiversidad; alteran la estructura del ecosistema, modifican las redes tróficas, e incluso cambian el modo en que los ecosistemas evolucionan. Y por extensión, pueden ser desastrosos los impactos sociales y económicos. 

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La historia de los hipopótamos de Pablo Escobar

Pero volvamos a los hipopótamos. Teníamos cuatro en la Hacienda Nápoles, Colombia, introducidos en 1981. Cuando el líder del cartel de Medellín es asesinado, los animales de su finca son distribuidos por distintos parques zoológicos colombianos. Pero los enormes hipopótamos eran tan difíciles de transportar que se decidió dejarlos en la hacienda del narcotraficante, cercana al río Magdalena. En el año 2006 la Hacienda Nápoles se reconvirtió en atracción turística, y los hipopótamos formaron parte de ella. En ese año, la población ya se había multiplicado por cuatro.

Tres hipopótamos aparecieron en el año 2009 en una ciénaga cercana a Puerto Berrio, a 75 km río abajo desde la Hacienda. Y desde entonces, empezaron a avistarse más y más. En 2010 apareció uno más en Puerto Perales. En 2012, la población conocida ya era de 35 ejemplares. En 2013, tres más en el río Cocorná, afluente del Magdalena, y varios más en la Ciénaga Barbacoas, a más de 100 km de la casa de Escobar. Esto demuestra la enorme capacidad de adaptación de estos animales a los humedales del valle del Magdalena. En 2020 se estimó que la población total debía de rondar entre los 90 y los 110 ejemplares, quizá hasta 140; una tasa de reproducción notablemente elevada. Con los datos disponibles y teniendo en cuenta las características del entorno, se estima que, si no se hace nada para evitarlo, en 2035 la población podría alcanzar la capacidad de carga del ecosistema, es decir, la población máxima que puede llegar a soportar; en torno a 1500 ejemplares.

El daño de los hipopótamos

La cuenca del río Magdalena es la más grande de Colombia. Ocupa un 24 % de su superficie. Es una región de clima cálido y húmedo, que para los hipopótamos es óptimo. Entre la fauna de la  región se encuentra uno de los primates más amenazados, el mono araña marrón (Ateles hybridus) y poblaciones importantes de  manatí antillano (Trichetus manatus), catalogado como vulnerable. 

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En estos entornos, el hipopótamo puede causar verdaderos desastres ecológicos. Como se ha expresado anteriormente, un solo ejemplar adulto puede llegar a transportar hasta 750 kg de materia orgánica —sin contar el agua— desde los prados, matorrales y bosques a los lagos y ríos. Como los hipopótamos tienden a agruparse en zonas específicas, este aumento drástico de materia orgánica en el agua puede provocar un efecto de eutrofización que ahoga el ecosistema acuático. Cuando los hipopótamos se mueven a través de la vegetación, pueden formar caminos que conectan estanques que, de otro modo, estarían aislados, cambiando con ello los tiempos que estas lagunas permanecen inundadas. Esto también afecta a la fauna acuática. Finalmente, esas lagunas hipercontaminadas pueden llegar a desembocar en el río principal, de nuevo por acción de los movimientos de los hipopótamos, alterando ese ecosistema. 

Una parte importante del desarrollo económico de la región depende del río. Los hipopótamos son muy territoriales, y responden de manera muy agresiva; esto podría representar una amenaza para los pescadores, los cascajeros y para las embarcaciones. Todos los cultivos presentes a menos de 10 km de la orilla del río son susceptibles de ser pasto para hipopótamos, y cualquier comunidad que viva en ese rango de distancia necesita conocer los riesgos de encontrarse con estos animales y cómo evitar enfrentamientos. 

¿Hay soluciones a este problema?

En lo que a especies exóticas invasoras se refiere, la mejor solución es siempre la prevención. Realizar estudios que permitan predecir qué especies tienen el riesgo de convertirse en invasoras, y actuar de forma acorde, evitando introducir esas especies. Pero cuando el daño ya está hecho, y la prevención no es viable, entonces hay que tomar otras alternativas.

En el caso de los hipopótamos de Colombia se han propuesto dos tipos de solución: la esterilización y la extracción. Los modelos indican, sin embargo, que aplicar la primera solución solo retrasa el problema, pero no lo soluciona. Se estima que, en el mejor de los casos, una esterilización de hasta 15 individuos por año únicamente retrasaría la llegada a la población máxima unos 11 años. Para que la medida sirviese, debería esterilizarse al menos al doble, pero no parece una medida viable.  Por otro lado, incluso esterilizados, los hipopótamos siguen causando impactos inasumibles durante décadas.

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La segunda solución es más sencilla y menos costosa, y también más eficaz. Una extracción anual de 20 individuos causaría un descenso significativo y paulatino de la población hasta 2042, pero desde ese momento volvería a crecer. Sin embargo, aumentar a una extracción anual de 30 individuos terminaría  con la invasión en el año 2033. Esa extracción podría llevarse a cabo de dos maneras: la captura o el sacrificio. La captura solo se recomendaría para aquellos hipopótamos que se encuentren en las proximidades de un centro habilitado para tener en cautividad a los animales y evitar que se escapen, como la propia Hacienda Nápoles, si se adecúa correctamente. Pero en el resto de casos, y sobre todo, teniendo en cuenta el enorme volumen de animales que hay que controlar, el sacrificio parece ser la única solución viable

Afortunadamente, y teniendo en contra a animalistas y a quienes quieren lucrarse con la presencia de estos impresionantes animales, este mismo mes de febrero el Comité Técnico Nacional de Especies Introducidas y/o Tansplantadas Invasoras del Ministerio de Ambiente de Colombia ha incluido al hipopótamo como especie invasora. Un primer paso que permitirá definir acciones concretas frente a la invasión.

 

REFERENCIAS:

Castelblanco-Martínez, D. N., Moreno-Arias, R. A., et al. 2021. A hippo in the room: Predicting the persistence and dispersion of an invasive mega-vertebrate in Colombia, South America. Biological Conservation, 253, 108923. DOI: 10.1016/j.biocon.2020.108923

Dembitzer, J. 2017. The Case for Hippos in Colombia. Israel Journal of Ecology and Evolution, 63(3-4), 5-8. DOI: 10.1163/22244662-06303002

Kolar, C. S., & Lodge, D. M. 2001. Progress in invasion biology: predicting invaders. Trends in Ecology & Evolution, 16(4), 199-204.

Subalusky, A. L., Anderson, E. P., et al. 2021. Potential ecological and socio-economic effects of a novel megaherbivore introduction: the hippopotamus in Colombia. Oryx, 55(1), 105-113. DOI: 10.1017/S0030605318001588

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