Sin embargo hay animales que se besan, o al menos eso parece. Para algunos investigadores el beso íntimo podríamos haberlo heredado de nuestros antepasados primates. Los bonobos, genéticamente muy cercanos a nosotros, son un grupo particularmente apasionado. Frans B. M. Waal, primatólogo de la Universidad Emory, recuerda a un cuidador que aceptó con gusto lo que pensaba que era una beso amistoso por parte de uno de nuestros primos, hasta que notó la lengua del primate en su boca.

De Waal reconoce como algo muy extendido en el mundo animal el uso de la reconciliación para reparar relaciones sociales dañadas. Se ha encontrado que existe en muchas especies de primates, tanto en cautividad como en libertad. «Los chimpancés, por ejemplo, se besan y abrazan después de una pelea«, comenta De Waal. Los bonobos son especialmente efusivos: “se besan tras las peleas, para recomfortarse, para desarrollar alianzas sociales y en ocasiones sin nigún motivo aparente, como nosotros”. Jane Goodall, durante sus observaciones de los chimpancés de Gombe (Nigeria) a menudo vió cómo los machos de menor rango se agachaban sumisamente y beaban alguna parte del cuerpo del macho dominante. Y muchos primatólogos han observado cómo una madre chimpancé tranquiliza a su asustado pequeño: acariciándolo y besándole en la cabeza.

El beso animal tiene diversas caras: muchos mamíferos se lamen las caras, los elefantes meten su trompa en la boca del otro, los pájaros se tocan el pico y los caracoles se acarician las antenas. En algunos casos los animales acicalan al otro antes de besarse. 

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