Pero de todas las posibilidades hubo una que tuvo más predicamento: los neutrinos estériles, un tipo de neutrino que invisible a todas las fuerzas fundamentales de la naturaleza salvo la gravedad.

La historia se enfangó más cuando en febrero 2016, los japoneses lanzaron el observatorio de rayos X Hitomi, especialmente diseñado para observar las líneas de emisión en rayos X de fuentes cósmicas: no detectó la esquiva emisión de 3,56 keV. Por desgracia no pudo volver a realizar nuevas medidas porque un mes después de su lanzamiento el satélite se perdió.

Pero en ese momento la trama dio un giro inesperado: los astrónomos descubrieron que Hitomi era incapaz de separar las dos componentes de emisión de rayos X que tenía el cúmulo de Perseo: por un lado, el componente difuso de gas caliente que envuelve a la enorme galaxia que ocupa el centro del cúmulo; por otro, la emisión de rayos X cerca del agujero negro supermasivo de esta galaxia. Cuando se corrigieron las observaciones teniendo en cuenta este detalle, el equipo de Bulbul volvió a quedarse con la boca abierta: en lugar de encontrar un exceso de emisión de rayos X a 3.5 keV, descubrieron que algo en Perseo estaba absorbiendo rayos X en esta línea. ¿Qué estaba pasando?

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