Cualquier población humana que resida fuera del continente africano, región nativa de la humanidad, sería por tanto una población exótica en el sentido ecológico. Al fin y al cabo, la primera especie que el ser humano transportó fuera de su hábitat natural fue al propio ser humano. Sin embargo, que sean exóticas no las hace invasoras. Durante varios milenios más, los movimientos humanos fueron lentos y graduales, más similares al proceso de colonización que las especies realizan de forma natural, que a una verdadera invasión biológica, rápida y masiva. Muchas poblaciones humanas aún existentes hoy en día, como los Mentawai de Indonesia o los Awá de Brasil, son, en términos ecológicos, exóticas pero no invasoras.

Pero sí que ha habido poblaciones humanas de carácter invasor. La capacidad de transportar grandes cantidades de personas en poco tiempo a través de grandes barreras como pueden ser cadenas montañosas, mares u océanos, establecerse y conquistar nuevas tierras en pocas décadas es algo que se ha ido acentuando en los últimos siglos, y recientemente de forma mucho más masiva. El ser humano ha invadido grandes extensiones de territorio y ha extinguido a un número elevado de especies. Tendemos a transformar los ecosistemas en los que nos instalamos para adaptarlos a nuestras necesidades, generando impactos mucho más allá de los lugares que ocupamos. Esos comportamientos son definitorios de algunas especies invasoras. Y en nuestro caso, llegamos a causar daños tan masivos que tienen repercusiones a escala planetaria

Cuando encontramos una especie invasora que está causando impactos, una forma de actuar es tratar de mitigar dichos impactos. En general, el protocolo pasa por tratar de controlar a la especie invasora. También es cierto que, al estudiar las especies invasoras, el ser humano queda excluido de esa categoría. Tal vez sea por esa sensación que tiene el ser humano de estar por encima del resto de las especies, como si fuese una entidad ajena a los ecosistemas. Aunque parece que esa tendencia comienza a cambiar y empieza a haber estudios que integran a Homo sapiens como variable en los estudios ecológicos

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Quizá el ser humano, como animal consciente de sus actos y sabiendo cuáles son sus consecuencias, debería responsabilizarse de los impactos que causa y tratar de mitigarlos de alguna forma.

Quizá deberíamos plantearnos como especie dejar de causar más y más daños con el fin de acumular beneficios, que no siempre son necesarios, y que generalmente son solo para unos pocos. 

Quizá deberíamos mirar arriba, y asumir que un crecimiento económico infinito no es viable.

 

 

REFERENCIAS
Blackburn, T.M. et al. (2011) ‘A proposed unified framework for biological invasions.’, Trends in ecology & evolution, 26(7), pp. 333–9. doi:10.1016/j.tree.2011.03.023.

Dhara, C. and Singh, V. (2021) The Delusion of Infinite Economic Growth, Scientific American. Available at: https://www.scientificamerican.com/article/the-delusion-of-infinite-economic-growth/ (Accessed: 23 January 2022).

Garrido-Pérez, E.I. and Tella Ruiz, D. (2016) ‘Homo sapiens (Primates: Hominidae): an invasive species or even worse? A challenge for strengthening ecology and conservation biology. (Translated from Spanish).’, Puente Biologico, 8, pp. 43–55.

Long, A. and Tyson, R.C. (2014) ‘Integrating Homo sapiens into ecological models: Imperatives of climate change’, Ecological Complexity, 20, pp. 325–334. doi:10.1016/j.ecocom.2014.05.008.

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