Los seres humanos tenemos asumido que el sexo es una condición puramente binaria que está determinada por los cromosomas sexuales; XX para una hembra, XY para un macho, el óvulo siempre lleva un cromosoma X, y el espermatozoide es el que determina el sexo del embrión que se formará, según lleve un cromosoma X o un Y.

Sin embargo, si se profundiza en el tema, se descubre que las pretendidas categorías binarias no lo son en realidad, son más bien dos categorías bimodales en un espectro. Es decir, que existe en realidad un rango donde las personas se sitúan, y la mayor parte de los casos, pero no todos, se encuentran en uno de esos dos extremos.

Existen excepciones, como personas con cromosomas XY que nacen con genitales femeninos, o incluso que presentan un mosaico de células en su cuerpo, algunas XX y otras XY, y que desarrollan gónadas que no son ni ovarios ni testículos, sino una especie de forma intermedia denominada ovotestis.

Otras formas de determinar el sexo

Si en el ser humano las cosas no son tan sencillas como se pretende, mucho más complejas pueden ser en otros animales. Existen muchas formas de determinación del sexo, distintas del sistema de cromosomas X-Y de los primates.

Las aves y muchos reptiles, también usan la determinación por cromosomas, pero de un modo distinto. Tienen los cromosomas W y Z; el par de cromosomas ZZ designa al macho y ZW a la hembra. En este caso el espermatozoide, por tanto, solo aporta cromosoma Z, y es el óvulo el que marca la diferencia, según aporte un cromosoma Z o un W.

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Pero en otros animales el sexo ni siquiera se determina por un par de cromosomas. En las abejas, avispas y hormigas, el sexo viene determinado por el juego completo de cromosomas; la hembra es diploide —tiene pares de cromosomas— mientras que el macho es haploide —tiene cromosomas simples—. En ciertas especies de peces, el sexo viene determinado por la edad; los jóvenes son machos y a partir de cierto momento, se transforman en hembras.

Incluso en algunas ranas puede darse un cambio de hembra a macho a consecuencia de vivir en un entorno en el que las hembras sean mucho más abundantes.

Estos antecedentes son importantes para comprender cómo la contaminación puede llegar a afectar al sexo de algunos animales. Y es que ciertos animales pueden tener una determinación sexual basada en hormonas.

La contaminación que altera las hormonas

El ser humano lleva mucho tiempo emitiendo contaminantes en todas sus vertientes posibles. Expulsamos gases que se acumulan en la atmósfera, residuos sólidos que amontonamos en el suelo, contaminamos las aguas — directa e indirectamente, a partir de lo que se infiltra a través del suelo desde vertederos y basureros con residuos sólidos—… ¡Si hasta hemos dejado basura en el espacio!

Entre los contaminantes destacan los llamados disruptores endocrinos. Son productos químicos que pueden penetrar en los animales y alterar su sistema endocrino, ya sea imitando las hormonas naturales o inhibiendo su actividad. Estos cambios metabólicos pueden desembocar en múltiples efectos nocivos en humanos y en otros animales.

Algunos de estos contaminantes son los bifenilos policlorados (PCB), utilizados como aditivo en lubricantes, resinas, pinturas o fluidos hidráulicos, y aunque se prohibieron en 1986, aún están presentes en equipos y materiales construidos con anterioridad. Otro contaminante es el llamado “lindano”, o hexaclocociclohexano (HCH), un plaguicida prohibido en la Unión Europea 2008 por su elevada toxicidad, o el famoso dicloro-difenil-tricloroetano (DDT), prohibido desde 1972.

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Sin embargo, a pesar de la prohibición, siguen apareciendo como contaminantes en el medio natural, por su cualidad de bioacumulación en las cadenas tróficas, es decir, que se mantienen en los tejidos de los animales y pasan de unos a otros a través de la relación de alimentación. Esto los hace muy difíciles de eliminar.

La feminización de los peces

Si bien estos contaminantes aparecen en el agua, no siempre proceden de vertidos ni de lixiviados. Con frecuencia constituyen polución atmosférica que se ha disuelto en el agua. Sustancias que viajan por el aire y que terminan depositados en lagos o ríos, alejados de la fuente original del contaminante.

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