Los murciélagos ecolocalizadores emiten sonidos de alta frecuencia, apenas audibles para el oído humano, que rebotan en las superficies y en los animales, y gracias a un sentido del oído excepcional, escuchan el eco. Su cerebro entonces compone una imagen a partir de esa información sonora, que les permite detectar, localizar y discriminar los objetos de su entorno, de una forma similar a cómo nuestro cerebro convierte en imágenes la información que recibe por el nervio óptico.

Para localizar e identificar con éxito a los insectos, su presa principal, los murciélagos deben ser capaces de discriminar el eco que procede de ellos, del que les devuelve el follaje, las ramas, el suelo, las paredes u otros objetos cualesquiera. Los murciélagos son, por lo tanto, capaces de percibir las interferencias, el tiempo de llegada y los espectros de frecuencia de esos ecos.

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