Muchas especies han desaparecido de nuestro planeta desde que el ser humano moderno colonizó la mayoría del mundo habitable. En el caso de Australia, las cifras son especialmente dramáticas. Aproximadamente un tercio de las extinciones contemporáneas de mamíferos se han dado en Australia desde la llegada de los europeos. El tilacino se cuenta entre uno de los últimos exponentes de esta pérdida de diversidad en la vida de la Tierra. 

Los nombres por los que se conoce a la especie popularmente responden, como suele ser habitual, a características que nos recuerdan a animales más comunes para el mundo occidental. El tilacino tenía un cuerpo parecido al de un perro de tamaño medio, con pelajes en tonos marrón claro. Sin embargo, tenía una cola rígida y, lo más característico, entre 13 y 22 rayas de un color más oscuro que recorrían la parte superior desde el trasero a la espalda.

Este rasgo es lo que le ha llevado a ser denominado como tigre de Tasmania que, junto a su largo hocico y dentición parecida a los cánidos, comparte nombre popular con el de lobo marsupial. Y he aquí su verdadero rasgo distintivo. A pesar de las comparaciones con tigres y lobos, estamos ante un marsupial, a los que se les reconoce por criar a su descendencia en una bolsa, el marsupio, como ocurre con los famosos canguros y koalas.

La morfología del tilacino le permitió evolucionar en Australia, donde su agilidad le sirvió para cazar presas a las que devorar con su poderosa mandíbula, capaz de abrirla hasta ochenta grados.

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