Así es, de hecho, como se forman estos púlsares de milisegundo, recibiendo material de una estrella vecina. La estrella de neutrones que acabará dando lugar al púlsar ultrarrápido se forma por el mecanismo habitual, como cualquier otro objeto de este tipo, formando parte de un sistema binario o no. Lo que sí es seguro es que antes de acelerarse hasta los extremos que hemos visto deberá conseguir una compañera. Es por este motivo que la mayoría de púlsares de este tipo se han observado en cúmulos estelares. En estos cúmulos la densidad de estrellas es muy alta, por lo que los encuentros entre dos estrellas son mucho más probables, y la captura de una estrella de neutrones por un sistema binario previo es algo que puede ocurrir con cierta probabilidad.

Una vez ha sido capturada la estrella de neutrones, o tras vivir su ciclo vital en el sistema que la vio nacer, la otra estrella llega a los últimos estadios de su vida. Cuando esto ocurre las estrellas como nuestro Sol aumentarán su tamaño cientos de veces. Al hacerlo pueden llegar a crecer tanto que sus capas externas acaben siendo atrapadas por la gravedad de la estrella de neutrones que las acompaña. El material de la estrella hinchada va cayendo sobre la estrella de neutrones y, otra vez más, transfiriéndole momento angular y acelerando enormemente su rotación. Cuando pierda sus capas externas, la estrella moribunda se convertirá en una enana blanca que orbitará junto a un púlsar con un periodo de unos pocos milisegundos. Esta estampa es relativamente común en los sistemas que incluyen uno de estos púlsares. 

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