Uno de los primeros éxitos de la lógica borrosa fue el control del sistema de frenado del metro en la ciudad japonesa de Sendai, realizado por Hitachi en 1987. En las grandes ciudades japonesas la gente utiliza masivamente el metro para acceder al centro de la ciudad, especialmente en ciertas horas punta. Los japoneses, muy ordenados y disciplinados, tienen por costumbre esperar el metro en fila en las posiciones indicadas por unas marcas en el suelo. El metro ha de frenar en cada estación parando justamente en la posición en que las puertas de los vagones quedan frente a las filas indicadas por las marcas del suelo. Esta tarea se ha de realizar pues con un error no mayor de unos pocos centímetros. 

La dificultad del problema está en que la masa del tren que se ha de frenar cambia notablemente de una hora a otra, e incluso de una estación a la siguiente. No es fácil saber cuantos han bajado y mucho menos cuantos han subido. Y es que, además, en cada una de las estaciones del metro de Sendai, en las horas punta, hay unos operarios conocidos como los “empujadores” quienes, provistos de un pulcro uniforme y guantes blancos, se colocan al final de las filas y se ocupan de empujar a los últimos pasajeros al interior del vagón para asegurar un completo aprovechamiento de cada viaje. A pesar de las grandes diferencias de peso de un tren vacío o lleno a rebosar, gracias a la inestimable colaboración de los empujadores, los conductores del metro realizaban adecuadamente la tarea tras de un periodo de entrenamiento.

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