Houdini nació el 24 de marzo de 1874 en Budapest, aunque siempre dijo que había nacido en Appleton el 6 de abril. Desde muy niño le interesó la magia y tras unos duros comienzos consiguió, gracias a un severo entrenamiento físico, una dedicación obsesiva al aprendizaje de efectos mágicos y una excelente autopublicidad, alcanzar cotas de popularidad que ningún mago ha alcanzado jamás. Artísticamente, Houdini y sus publicistas hicieron de su vida una leyenda. Sus actuaciones, siempre buscando la sorpresa y la admiración del público -y, de paso, asegurarse contratos en los teatros-, las reescribían llenándolas de tintes dramáticos. Al final, lo que sobrevivía era el mito.

Eso ocurrió con el famoso salto del puente de Detroit. La historia, repetida miles de veces, cuenta cómo Houdini, esposado, saltó desde el puente Belle Isle al río Detroit un día de invierno. El río estaba helado. Sus ayudantes hicieron un agujero en el hielo para que el mago pudiera realizar la hazaña. Houdini se liberó fácilmente de las esposas, pero al subir a la superficie no encontró la salida. Respirando el aire atrapado entre la capa de hielo y el agua pudo ver el cabo de la cuerda que sus ayudantes —temiendo lo peor—habían arrojado desde el exterior. Cuando todos pensaban que se había ahogado, Houdini apareció. La multitud prorrumpió en aplausos y vítores al héroe. La realidad fue otra. Ciertamente saltó desde el puente, pero a un río sin helar y atado a una cuerda de 45 metros de larga. Houdini jugó siempre en sus actuaciones con la muerte, pero no era un suicida.

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