Por otro lado, ¿estaríamos de acuerdo en amar y honrar a nuestra pareja no 50 sino 400 años? ¿Qué ocurriría con la superpoblación? ¿Seríamos más benevolentes, más pacientes, más comprensivos al disponer de cientos de años para aprender? ¿O seríamos como los struldbruggs del Gulliver de Jonathan Swift, mezquinos, vanidosos y egoístas? Posiblemente sí seríamos más cuidadosos con el entorno y con los recursos naturales: no es lo mismo robar a nuestros hijos que a nosotros mismos… Probablemente también nos embarcaríamos en proyectos que ahora están fuera de nuestro alcance: sabemos mucho sobre la genética de la mosca de la fruta, pero poco de la de las ballenas azules o de los elefantes por el simple hecho de su diferente vida media. Pero… ¿no progresaríamos más despacio? Lo reducido de la vida humana proporciona cierta sentimiento de urgencia. ¿Desparecerían los héroes? Cuando un joven pone en juego su vida por ayudar a alguien, o por defender su país, arriesga 50 años de vida. ¿Pensaría lo mismo si arriesgase 450? Las enfermedades y los accidentes son siempre terribles, pero quizá entonces lo fueran más, pues nos despojarían no de decenas, sino de cientos de años de vida.

A lo mejor la eterna juventud no es tan deseable y, como dijo Schopenhauer, anhelar la inmortalidad es querer perpetuar un tremendo error. Y ahora que está tan de moda lo oriental, te recomiendo que mires hacia el taoísmo y sus prácticas encaminadas a prolongar la vida, a que te conviertas en un inmortal, un yen. 

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