Los ecosistemas del Ártico están cambiando rápidamente con la actividad humana y las nuevas pruebas sugieren que las últimas décadas han traído más patógenos y parásitos, así como un aumento añadido de los depredadores y una reducción de los alimentos disponibles.

La falta de alimento parece deberse a un desajuste estacional entre el momento en que los animales llegan al norte y el momento en que su principal fuente de nutrición está disponible. Este desajuste es fruto del calentamiento global, que, por un lado, está haciendo que algunas plantas florezcan antes o después de lo habitual y lo mismo con los insectos y, por otro, es posible que los animales empiecen su migración antes o después de lo normal. En el caso de los animales que migran para reproducirse, esto podría dar lugar a una mayor mortalidad de las crías, ya que los padres no pueden alimentar a sus hijos tan bien como antes.

En cuanto al aumento de los depredadores, la problemática reside en que, de nuevo, el cambio climático parece haber reducido el número de roedores que habita en el Ártico, lo que implica que los carnívoros que antes se alimentaban de topillos y lemmings, ahora centran su atención en otras presas. «Los lemmings y los topillos solían ser la principal fuente de alimento para depredadores como los zorros en el Ártico, sin embargo, los inviernos más suaves pueden hacer que la lluvia caiga sobre la nieve y luego se vuelva a congelar, impidiendo que los lemmings lleguen a su comida», explica el ecólogo evolutivo Vojtěch Kubelka, de la Universidad de Bath (Reino Unido). «Con menos lemmings y topillos para alimentarse, los zorros se comen los huevos y polluelos de las aves migratorias. Hemos visto que los índices de depredación de nidos de aves costeras migratorias del Ártico se han triplicado en los últimos 70 años, en gran parte debido al cambio climático». En este sentido, se han observado a osos polares hambrientos alimentándose de colonias de gansos, patos, gaviotas y alcas, pues ahora peinan las costas, no viajan por el hielo marino.

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Otro de los peligros al que se enfrentan los animales migratorios al llegar a las tierras gélidas del norte es la enfermedad. Así que, aunque hayan encontrado suficiente comida para alimentarse y hayan logrado escapar de los depredadores, pueden ser víctimas de los parásitos, que, aunque no se poseen amplios registros de referencia, parecen haber aumentado su número. Un ejemplo de ello son los brotes de cólera aviar que se han registrado en los nidos de algunas aves del Ártico canadiense. También el caso de los centenares de miles de antílopes migratorios de Kazajstán que han muerto por una infección bacteriana mortal de la sangre, que se cree que se debe al aumento del calor y la humedad.

«La migración de animales desde las regiones ecuatoriales hacia las templadas del norte y el Ártico es uno de los mayores movimientos de biomasa del mundo», afirma el biólogo evolutivo Tamás Székely, de la Universidad de Bath. «Pero con la reducción de la rentabilidad del comportamiento migratorio y el menor número de crías que se incorporan a la población, la tendencia negativa continuará y cada vez serán menos los individuos que regresen al Norte«.

Los autores del estudio están preocupados porque, aunque se extinguieran solo unos pocos animales migratorios, se desencadenarían una serie de consecuencias en cascada que afectarían al ecosistema del Ártico en su conjunto. Reclaman una mayor protección y conservación de las zonas de reproducción migratoria en el Ártico.

 

 

Referencia: Vojtěch Kubelka, Brett K. Sandercock, Tamás Székely, Robert P. Freckleton, Animal migration to northern latitudes: environmental changes and increasing threats, Trends in Ecology & Evolution. https://doi.org/10.1016/j.tree.2021.08.010

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